Irati Jimenez
Escritora
JOPUNTUA

Ficción o mentira

La literatura debería revelar la realidad. Pero demasiado a menudo la oscurece y traiciona ese principio, igual que hace con las palabras, el único instrumento que tiene para desarrollar sus poderes. Entre las razones que tendría la humanidad para darnos a los escritores las palizas que nos merecemos, la vanidad ocupa un lugar tan destacado que cualquier otra prueba de cargo palidece a su lado, pero hay un pecado peor que la egolatría y es el de enredar las palabras, usar una donde vale otra, hablar sin decir nada y colaborar a la pesadilla orwelliana en la que las palabras acaban siendo conchas huecas que albergan cualquier mezquindad, manchas que mezclan todos los colores hasta que no expresan nada.

Entre todos los ejemplos que podría poner creo que ninguno me ofende tanto como escuchar a un escritor –cosa que procuro hacer poco y cruzando los dedos– utilizando las palabras ficción y mentira como sinónimos. Ambas palabras comparten algo –lo que cuentan no ha sucedido en la vida real–, pero en el primer caso no hay engaño y en el segundo sí. Ese engaño es esencial para la dominación y un enemigo natural para la izquierda transformadora, que tiene que alinearse siempre con las fuerzas de la realidad y recordar que no hay nada tan transformador como la verdad. Si aceptamos que no es así y que no hay diferencia esencial entre escuchar una historia o ser víctimas de un engaño, no veo qué más podríamos ofrecerles a los escuadrones del cinismo para allanarles las vías del abuso a las hordas del mal.

Personalmente, siempre que he mentido he dicho algo de mí misma, a menudo algo que no sabía, sobre las interioridades del pudor, los pliegues interiores de la vergüenza y la oscuridad del miedo. Lo mismo ocurre con las mentiras de los demás: revelan un deseo de ocultación y, bien comprendidas, son una fuente inagotable de información. Porque cuando mentimos, engañamos. Cuando engañamos, manipulamos. Y cuando manipulamos, queremos controlar. Quien diga lo contrario o no está pensando bien o no tiene un buen pensamiento.