Karlos ZURUTUZA
A BORDO DEL BARCO DE RESCATE

MISIÓN 76 DEL OPEN ARMS: LA PESADILLA ACABA EN CUARENTENA

TRAS DIEZ DÍAS DE ESPERA, EL BUQUE DE LA ONG CATALANA RECIBE FINALMENTE EL PERMISO PARA DESEMBARCAR AL PASAJE EN LA BAHÍA DE PALERMO. LA CUARENTENA SERÁ OBLIGATORIA TANTO PARA LOS MIGRANTES COMO PARA LA TRIPULACIÓN.

«¡Hombre al agua!»: así daban las ocho de la mañana del viernes 18. Ni siquiera un ejército de voluntarios podría haber evitado que alguien se lanzara al mar desde cualquier punto de cubierta. «¡No me digas que no salte, dime cuándo vamos a desembarcar!», decía Collins, un ghanés amarrado a la borda entre el salto número 35 y el número 36. No había respuestas entonces, ni tampoco cuando saltó el número 48. Durante esta última semana suman un total de 136 los que pensaron que esa era la única forma de llegar a tierra.

Seguimos con cifras. Se cumplía el décimo día desde que el Open Arms rescatara a los ocupantes de la primera de tres pateras (276 en total). Se pidió entonces un puerto de desembarco cercano y de forma inmediata –así lo marca la ley– a Malta y a Roma, pero la reiterada negativa de ambos llevó a la frustración, y esta espoleó una desesperación que los migrantes arrastraban desde mucho antes de subir al barco.

Como en días anteriores, los 48 de hoy eran rescatados por los socorristas del Open Arms y la Guardia Costiera antes de desaparecer en un bote italiano que enfilaba hacia puerto. Los que se quedan en cubierta se preguntan si no habrán perdido su oportunidad mientras desayunan Cola Cao con galletas. «¿Tendrán problemas con la Policía?»; «¿los devolverán a su país?»… Las preguntas se acumulan en torno a una que se lleva repitiendo desde hace ya demasiado: «¿Cuándo desembarcaremos nosotros?».

Hasta que suena el teléfono a las 12:46. La Capitanía de Palermo pide al Open Arms que prepare al pasaje para transferirlo a un buque de cuarentena «en las próximas horas». Un minuto después, la alegría estalla en cubierta: el movimiento del barco escoltado por los guardacostas italianos confirma que esta vez ya no hay trampa. Quedan 140 migrantes en cubierta que se abrazan, bailan y se secan las lágrimas, no necesariamente en ese orden. Como Amín, un gambiano que no ve el momento de decirle a su familia que está a salvo, o las de Paola. Es la doctora milanesa que ha dedicado sus vacaciones anuales a cuidar de los que están a punto de irse y los que decidieron hacerlo en los últimos días.

«Auténtico desafío»

No ha sido fácil. Albert Mayordomo, el barcelonés de 38 años que lidera la primera misión de rescate en tiempos de pandemia la describe como un «auténtico desafío» mucho más allá de la amenaza del virus.

«Las personas que hemos rescatado han sufrido muchísima violencia y llegaban exhaustos. La negativa reiterada de puerto de Malta e Italia durante todos estos días, sobre todo estando frente a la costa, no ha hecho sino provocar un escenario de incertidumbre en el que llegaban a desconfiar de nuestra palabra. Nos pedían una solución que no les podíamos dar, y tampoco les podíamos mentir», resume el catalán desde el puente del barco. La tensión vivida, añade, no tiene precedentes entre las 75 misiones anteriores de la ONG catalana.

Como el resto de la tripulación, Mayordomo deberá guardar una cuarentena de dos semanas en el Open Arms fondeado en la bahía de Palermo. Los migrantes la pasarán en el Allegra, uno de los cinco ferris alquilados por el Gobierno italiano. Es un navío blanco de 166 metros de eslora y diez pisos de altura, un coloso que hasta ayer mismo se dedicaba al transporte cómodo de miles de personas entre Barcelona, Génova, Atenas y el resto de los puertos principales de la cuenca norte del Mediterráneo.