Arturo Puente
Periodista
JOPUNTUA

Obligar o convencer

Quedó algo tapada por el resto de cuestiones, pero el CIS de esta semana hizo una pregunta capital. En el bloque sobre la pandemia, el instituto demoscópico preguntó a los encuestados si estarían dispuestos a vacunarse inmediatamente de covid-19 cuando se pueda. La respuesta da miedo. El 47% aseguraban que no, rotundamente, contra un 36% que afirmaban que sí y un 13% que dudaban.

Si todo va bien, la vacunación será el próximo reto al que nos enfrentemos. Y, a tenor de la filosofía que ha orientado en la mayor parte del mundo las medidas para la contención de la enfermedad, todo hace pensar que las cuestiones logísticas pueden no ser el único ni el peor de los problemas. Desde el verano los expertos alertan sobre el desapego y desconfianza de muchos ciudadanos ante las medidas de protección que dictan las autoridades. Algunos incumplen por ideología, otros por rebeldía más o menos justificable, y la mayoría por necesidad (las reglas se piensan en cómodas casas, por gente con buenos sueldos y que vive sin estrecheces, y se nota). Pero ahora tendremos también que lidiar con la desconfianza razonable de la gente, sea por la falta de cultura científica, o sea por las intoxicaciones y bulos que se hacen fuertes allí donde la información no llega. Será importante decidir cómo vamos a abordar esto. El ejemplo de cómo se impuso el uso de la mascarilla en la calle es ilustrativo de las opciones. Los gobiernos tenían dos vías, no excluyentes. Una era inundarlo todo de mascarillas, repartirlas en el transporte público, en establecimientos, por la calle, y fomentar su uso con campañas seductoras. Otra opción era freir a multas a quién no la llevara. Se optó por la segunda, con el inconveniente de que para muchos su uso no es convencido sino forzoso, es decir, solo cuando alguien mira.

Con la vacuna pasa algo similar. Podemos convencer u obligar. Seducir o castigar y ridiculizar. Señalar como negacionista a quien muestre sus miedos o arropar, comprender y explicar. Nos la jugamos en entender que cada paso que damos en la dirección autoritaria por necesidad cortoplacista es un problema que alimentamos para mañana.