Jon ORMAZABAL
KIROLAK

LEP.M, un modelo en entredicho

Tras un último mes vertiginoso, con tres finales disputadas, la mano profesional adquiere cierta estabilidad y continuidad, al menos en cuanto al calendario se refiere, con el arranque del Parejas. Sin embargo, sin aficionados en los frontones, las heridas de una complicada huelga aún sin terminar de cerrarse, la ausencia de unos criterios deportivos objetivos y muchas dudas y carencias en la base, la «normalidad» sigue viéndose muy lejos en la especialidad.

En vísperas de cumplir dos décadas de su existencia –fue fundada en 2002, justo después de que Esnal y Mendia, pelotaris por aquel entonces de una empresa menor como Besagain, se hicieran con el Parejas de Promoción– la LEP.M se encuentra en uno de sus momentos más delicados. La pandemia sanitaria, con la imposibilidad de que que el público acuda a los frontones, ha supuesto un duro golpe a las arcas de las dos empresas que han formado parte de la liga, pero, sobre todo, ha aflorado otras muchas carencias que se venían generando durante los últimos años, con la huelga que los pelotaris de Baiko protagonizaron en otoño, como máximo exponente.

En la rueda de prensa que Joserra Garai –actual Director General de Baiko y presente también en la fundación de la LEP.M como director de Deportes del Gobierno de Lakua– ofreció el 1 de octubre en Bilbo, previa a la movilización de su plantilla, hizo una férrea defensa de la liga, colocándola como eje vertebral del futuro de la pelota profesional. «La LEPM ha podido albergar las posiciones, no siempre coincidentes, de las dos empresas, y ha podido desarrollar un calendario ordenado de competiciones de 1º y 2º categoría donde han intervenido los mejores pelotaris de cada momento», sin duda, uno de los grandes éxitos del ente.

Sin embargo, gran parte de su discurso, que pasó inadvertido en el fragor de la batalla y la saturación competitiva, alberga otros puntos que han terminado quedando en entredicho. Por ejemplo, habló de que «de este marco de organización se ha creado una ”industria de la pelota a mano profesional” que da trabajo a alrededor de 150 trabajadores/as. De los cuales los pelotaris son el 30% aproximadamente». Sin ponerlos en duda, los números, ofrecen también otra lectura y si en la actualidad el cuadro profesional lo componen 46 pelotaris (23 de Baiko, entendiendo que la vuelta de Eskiroz es inminente y 23 de Aspe con Mariezkurrena) en el año 2000 eran hasta 95, entre los 35 de Asegarce, 38 de Aspe y 21 de Besagain. El número de funciones contratadas a cada empresa también ha caído en picado y si hace dos décadas cualquier pelotari podía disputar fácilmente 60 festivales anuales, hoy muchos se conformarían con poder llegar a la mitad.

Por consiguiente, las condiciones económicas de los profesionales también se han visto mermadas sustancialmente. El acuerdo alcanzado entre el comité de huelga de los pelotaris de Baiko y la empresa recogía la garantía de un salario mínimo de 25.000 euros brutos «efectivo una vez que el aforo en los recintos de las tres Comunidades Autónomas donde se organizan festivales (Euskadi, Navarra y La Rioja) se fije al menos en el 80% de su capacidad», condición de la que, hoy por hoy, estamos lejos pero confiemos en que, por el bien de todos, llegue pronto.

Rafa Echeverria, trabajador de Asegarce en su fundación y gerente desde 2016 a 2019, recordaba, no obstante, en sus redes sociales que «hay que recordar que Asegarce, cuando irrumpió en el mundo de la pelota, el contrato más bajo era de 18.000€ y estamos hablando del año 1992». Según la tabla de inflación promedio de la eurozona, 18.000 euros de 1992 equivaldrían a 30.170 de la actualidad, por lo que la pérdida de poder adquisitivo de es más que evidente.

Relaciones rotas

Pero al margen de aspectos numéricos o económicos, hay otros no menos importantes. Después de años tratando de ser un ente con cada vez más independencia y menos relaciones con el resto de estamentos pelotazales, el año pasado rompieron la última relación con las federaciones al prescindir de jueces oficiales y crear su propio cuadro de jueces, sin exigir ningún tipo de titulación. De esta forma, la LEP.M se ha sentido un ente autosuficiente hasta que, con la huelga de Baiko como telón de fondo, la denuncia del colectivo tras dar por perdido el último partido de la semifinal a Agirre-Albisu por ejercer su derecho a huelga terminó en los tribunales, y el TSJPV aplazó la final, en contra del criterio del Juez Único de Competición de la LEP.M, figura que quedó muy tocada pues no solo se aplazó la final, sino que el partido en cuestión terminó jugándose meses mas tarde.

Al margen de un acuerdo que ha satisfecho, en mayor o menor medida, al colectivo, la huelga ha sido un gran ejercicio de empoderamiento colectivo que debe ser la base de esa asociación de pelotaris en ciernes que debe velar no solo por los aspectos económicos sino también, por los deportivos.

Pero el reto más inmediato al que se enfrenta la LEP.M es, sin duda, el enorme desequilibrio existente entre los cuadros de las dos empresas que la componen. Durante todos estos años, la competencia entre empresas ha sido uno de los mayores sustentos y atractivos de la liga, pero el domingo Jokin Altuna se hizo con la décima txapela consecutiva obtenida por un pelotari de Aspe –el último título de un manista de Baiko es el de Oinatz Bengoetxea en el Manomanista de 2017–, lo que supone mucho más que una simple cuestión de rachas.

La cesión de Beñat Rezusta para el Parejas que arranca mañana, en principio solo para este campeonato pero con posibilidades de alargarse en el tiempo, es el primer remiendo, pero el desequilibrio entre ambas promotoras nunca había sido tan evidente y urge de una remodelación más profunda que interesa a ambas, ya que el caché que los profesionales de Aspe se están ganando a base de títulos y resultados puede terminar siendo inasumible para los de Eibar. Algún que otro traspaso de pelotaris con pedigrí –el agujero no sólo está atrás– o un poco probable cambio drástico a la hora de confeccionar los campeonatos, dando entrada a los verdaderamente «mejores especialistas del momento» y, por consiguiente, repartiendo los ingresos que estos torneos aportan dependiendo del número de pelotaris que aportase cada empresa, podrían ser soluciones a valorar.

Pero quizá el reto más transcendental que la mano profesional, y la pelota en general, tienen por delante es la propia supervivencia de la especialidad. Porque los pelotaris son el principal y casi único activo que tienen las empresas, pero estos no salen por generación espontánea. Detrás de cada figura, de cada pelotari profesional, existe un gran trabajo de base, muchas veces voluntario y nunca lo suficientemente pagado de formación y de transmisión de valores en clubes y escuelas repartidas por toda nuestra geografía.

La mano profesional ejerce una gran función de referencialidad para todos los niños, ahora también de niñas, que se curten en nuestros frontones, pero también debe colaborar, no sólo económicamente, en esta labor de cantera. Frente a la amenaza de deportes globales como el todopoderoso fútbol, los diferentes estamentos pelotazales no pueden caminar cada uno por su lado. La situación, con la progresiva disminución de licencias, ya es lo suficientemente grave en la actualidad y cada día que pasa se vuelve cada vez más irreversible. Urge tomar medidas.