El repunte de Araba advierte del riesgo de una desescalada acelerada
El viernes pasado la situación de la pandemia en Hego Euskal Herria empezó a dar síntomas de estancamiento, con un aumento de la afección semanal y un empeoramiento del resto de los datos. Araba confirmó ayer esa impresión, con una subida de la incidencia acumulada, que se produce en pleno proceso de alivio de las medidas preventivas.
Después de varias jornadas de estancamiento en la mejora epidemiológica iniciada a mediados de abril en Hego Euskal Herria, Araba ha sido el primer herrialde en romper claramente con esa tendencia, pues con los 46 nuevos contagios notificados ayer su incidencia acumulada en catorce días ha vuelto a subir.
Ha crecido además de forma notoria, seis puntos más respecto al día anterior, hasta 122,35 casos por cien mil habitantes. Sigue siendo el territorio con mejores datos, y aún está por ver si los positivos detectados el miércoles constituyen un repunte puntual o marcan un cambio de tendencia, pero hay otro dato que apunta a esta opción. Y es que el número reproductivo básico (Rt), que indica cuándo la pandemia está en expansión o en recesión, ha pasado de 0,96 a 1,11 en 24 horas –estaba en 0,65 hace dos semanas–.
Además, esos 46 nuevos casos, como los 36 de Gasteiz, son los peores datos registrados en veinte días. Todo apunta por tanto a un empeoramiento, que además no se limita a ese territorio sino que es generalizado.
De hecho, el número reproductivo básico también se ha situado por encima de 1 en Gipuzkoa, y está rozando el límite en la CAV –0,99–, después de ocho jornadas consecutivas al alza.
Tanto Bizkaia como Gipuzkoa redujeron su incidencia a catorce días, pero de forma más leve de lo que venían haciendo, y este herrialde empeora sus datos respecto a los de la semana pasada, algo que ha pasado tres veces en las siete últimas jornadas.
No es mejor la situación en Nafarroa, donde, aunque de forma casi inapreciable, solo una décima, la incidencia acumulada en catorce días también ha subido, y los 93 contagios reportados ayer son un gran salto sobre los 50 casos de la víspera.
Estos datos solo confirman un parón en la mejora del último mes, pero este se produce en plena desescalada, que tras el fin del estado de alarma, y auspiciada por la campaña de vacunación y la proximidad del verano, está provocando un alivio acelerado de las medidas.
El precedente del año pasado
El Gobierno de Iruñea es, en este sentido, el que más prisa parece tener por levantar las restricciones, y en las últimas dos semanas ha ido encadenando decisiones sin dar tiempo a comprobar si las anteriores han tenido o no consecuencias en la trasmisión del virus. Así, hoy entra en vigor el horario decretado para el interior de la hostelería, que pasa de las 22.00 a las 23.00 horas, ampliación que afecta también a los bingos, salones de juego y apuestas y recreativos, así como a cines, teatros y auditorios.
Por su parte, el lunes está previsto que se reúna el LABI, que fija las medidas en la CAV, y está sobre la mesa la ampliación de los horarios en la hostelería.
Esta rápida sucesión de cambios recuerda a la desescalada que sucedió al confinamiento del año pasado, que posteriormente se ha admitido que se desarrolló demasiado deprisa y sin asentar un marco adecuado para poder responder a nuevos brotes. Lo ocurrido a partir de otoño es consecuencia de ello.
También hay diferencias, claro. La más importante es la que representa la vacunación, que ya ha alcanzado a una parte significativa de la ciudadanía, sobre todo la más vulnerable. Sin embargo, en el lado opuesto hay que recordar que la incidencia del virus no es la que era a finales de mayo del año pasado, cuando se había reducido al máximo, y la presión asistencial es ahora mucho más elevada.
Las vacunas son un factor tranquilizador, pero la tasa de población inmunizada es aún pequeña para garantizar que no se va a producir una nueva ola. No debería pasar si se hacen las cosas bien, y sería una irresponsabilidad facilitárselo al virus.
Un fuerte brote de la cepa india a 25 kilómetros de Euskal Herria
Colindres es una localidad adyacente a Laredo y situada a apenas 25 kilómetros de la muga con Bizkaia, y de hecho, mucha gente de ese herrialde veranea o pasa los fines de semana en ese municipio o en otros cercanos de la costa cántabra. Un punto muy frecuentado por vascos y vascas que en los últimos días está pendiente de un importante brote de covid-19 que a fecha de ayer afectaba a 23 personas –18 en Colindres y cinco en Santa Cruz de Bezana–, diez de las cuales están hospitalizadas.
Según informó el Gobierno de Cantabria, de esos 23 casos, seis ya han sido analizados mediante secuenciación del genoma y en todos se ha confirmado el linaje B.1.617.2, la variante india. Es probable por tanto que el resto también pertenezca a esa modalidad.
El brote ha llamado la atención por su «elevada virulencia», según indicó el Ejecutivo, que añadió que los enfermos que han sido hospitalizados tienen entre 73 y 42 años, esta última, la edad de un paciente que está ingresado en cuidados intensivos.
Además, uno de los hospitalizados es reinfectado, pues dio positivo en enero con la cepa británica. La Consejería de Sanidad considera que el caso índice de este brote «posiblemente haya sido importado», y que accedió a Cantabria el 22 de abril, con PCR negativa en origen, tras pasar por los aeropuertos de Frankfurt y de Loiu.I.B.

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