Beñat ZARRABEITIA
Periodista

LA HUELLA POLACA EN OSASUNA

Polonia juega hoy su segundo partido de la presente Eurocopa enfrentándose a la selección española en Sevilla a partir de las 21.00. Un fútbol polaco que en la actualidad cuenta con Lewandowski como gran estrella, pero que en su día dejó huella en Osasuna.

La década de los noventa fue toda una montaña rusa para el conjunto navarro tras pasar por diferentes acontecimientos como el mantenimiento de la entidad como club deportivo, la clasificación europea de 1991, el triunfo en Stuttgart, el descenso a Segunda tras 14 años, la agónica salvación de la mano de Enrique Martín y un puñado de jóvenes de la cantera, o el retorno a Primera con Lotina.

Otro de los nombres propios de aquella etapa fue el de Jan Urban, el delantero polaco que aterrizó en Iruñea con el objetivo de hacer olvidar a Robinson y compartir la delantera con un entonces pujante Ziganda. Osasuna pagó 70 millones de las antiguas pesetas -unos 420.000 euros actuales- al Gornik Zabrze de su país. Sus números le avalaban, ya que había marcado 75 tantos en los 220 partidos que había disputado en Polonia. Además, a nivel colectivo, podía presumir de haber obtenido tres ligas y una copa o de haber tomado parte en la Copa del Mundo de 1986. Antes de contratar a Urban, Osasuna había barajado las opciones de Belanov o de Rommel Fernández.

Tras aterrizar en agosto de 1989, pocos días antes de comenzar la Liga y tras recibir el beneplácito de la federación polaca, su contratación evidenciaba los cambios que se estaban produciendo en el este de Europa. Urban debutó en la segunda jornada, en un partido de aciago recuerdo ya que Osasuna encajó un contundente 4-0 en el Camp Nou.

No fue un inicio de curso sencillo para los navarros, obligados a recomponer la columna vertebral del equipo tras las salidas de Bustingorri, Ripodas, Pizo Gómez y Robinson o la lesión de Sammy Lee. Sin embargo, las llegadas de Urban y Martín Domínguez, el peso adquirido por Ziganda e Iñaki Ibáñez o la irrupción de un joven Iñigo Larrainzar reactivaron la ilusión en las gradas de El Sadar. De hecho, el delantero polaco apenas tardó tres minutos en marcar en su estreno en Iruñea, fue el primero de los ocho tantos que anotó esa temporada.

El gran salto en su rendimiento se produjo en el curso 90-91, siendo pieza clave para lograr la cuarta plaza y obtener una meritoria clasificación europea. Un éxito al que Urban contribuyó con once tantos, tres de ellos conseguidos en la histórica victoria del 30 de diciembre de 1990 cuando Osasuna ganó por 0-4 al Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Con el billete continental en el bolsillo, la entidad navarra siguió mirando al este de Europa para reforzarse, incorporando a los serbios Spasic y Stevanovic o al búlgaro Angelov con la intención de paliar la baja de Ziganda, fichado por el Athletic. Urban siguió aportando su tasa goleadora, doce en Liga, y fue uno de los grandes protagonistas del triunfo europeo ante el Stuttgart. El Ajax de Bergkamp y Van Gaal, que acabaría ganando la UEFA, apeó a Osasuna de su aventura.

Una pareja de éxito

En 1992, Osasuna redobló su apuesta polaca firmando al veloz extremo Roman Kosecki en lo que supuso el hasta entonces fichaje más caro de la historia del equipo navarro al pagar 140 millones de pesetas, unos 840.000 euros, al Galatasaray turco. Apasionado de la música, fue capaz de dotar al juego de Osasuna de un ritmo vertiginoso.

Fijo en su selección, en su única campaña como rojillo logró ser el máximo goleador del equipo con ocho goles y destacó el interés de numerosos equipos. El Atlético de Jesús Gil se hizo con sus servicios y nunca volvió a recuperar su mejor nivel. Años después, se convertiría en miembro de la cámara baja polaca al ser elegido en 2005 tras presentarse a las elecciones en una plataforma de centroderecha. Siete años después, competiría con el mítico Zbigniew Boniek por la presidencia de la federación y, pese a no ganar, acabó integrándose en la directiva como número dos y ejerciendo de máximo responsable del fútbol base.

Espoleados por los éxitos cosechados con Urban y Kosecki, Osasuna se lanzó de nuevo al mercado polaco para sustituir al entonces fichaje estrella del Atlético. En esta ocasión, los elegidos para compartir el ataque con Urban fueron Jacek Ziober y Ryszard Staniek. El primero era un jugador consagrado ya que se trataba de una de las estrellas de su selección, había destacado desde muy joven en el Lodz de su ciudad natal y era considerado una de las figuras del Montpellier. Staniek, por su parte, integró la selección que ganó la medalla de plata en los Juegos de Barcelona y, al igual que Urban, fichó procedente del Gornik Zabrze. Ninguno de los dos cuajó, a pesar de que Ziober anotase 10 goles en el curso 93-94, y el conjunto navarro perdió la categoría.

Los tres polacos continuaron en Segunda, pero en enero de 1995 Jan Urban dejó Iruñea para firmar por el Valladolid cerrando un exitoso ciclo de casi seis años. Su huella había calado profundamente y años después retornó para dirigir en Tajonar y, posteriormente, al primer equipo. Su hijo Piotrek también jugó en las categorías inferiores del conjunto navarro para después de retirarse ejercer como profesor de la federación navarra y como responsable de metodología del propio Osasuna. Actualmente desempeña el cargo de director adjunto del Legia de Varsovia. En cuanto a Staniek, disputó 24 encuentros y marcó sus dos únicos tantos con la elástica roja. Ziober, por contra, continuó una campaña más en Iruñea pero carente de acierto y continuidad. Como curiosidad resaltar que la temporada 98-99 tanto Ziober como Kosecki jugaron en la entonces incipiente MLS estadounidense.

Trzeciak, héroe del ascenso

El verano de 1998 aterrizó un nuevo polaco en El Sadar. Se trataba de Miroslaw Trzeciak, un veterano delantero de 30 años que había marcado 27 goles en los 56 partidos que había disputado con el Lodz durante las dos campañas precedentes. En su segunda temporada, de la mano de Lotina, Osasuna consiguió volver a Primera. En el partido decisivo, ante el Recre en El Sadar, los andaluces se adelantaron pero, en la segunda parte, Orbaiz de penalti y Trzeciak desataron el éxtasis en Iruñea. El polaco, convertido en el héroe del retorno a Primera, siguió una temporada más sin apenas protagonismo.

Con suerte dispar, los jugadores polacos dejaron una profunda huella en Osasuna abriendo una relación que ha permitido también a futbolistas o técnicos navarros poder desarrollar su labor en el país centroeuropeo. Es el caso de Iñaki Astiz, convertido en todo un icono del Legia, o de Kibu Bikuña, que ejerció como segundo entrenador del Slask de Breslavia o Lech Poznan.