Koldo LANDALUZE
DONOSTIA

Clint Eastwood, el último clásico de Hollywood, presenta «Cry Macho»

A sus 91 años, Clint Eastwood prolonga su leyenda como último clásico de Hollywood alternando ambos lados de la cámara en su nueva película, «Cry Macho». Una road movie con elementos de western crepuscular cuya trama se basa en la novela homónima de N. Richard Nash. Interpreta a un veterano jinete de rodeo y criador de caballos que afronta un último encargo al otro lado de la frontera de Río Grande. Se podrá ver en Euskal Herria el 24 de setiembre.

«Te diré algo. Esto de ser macho está sobrevalorado. Intentan ser machos para demostrar que tienen coraje. Al final solo tienen eso. Es como todo en la vida. Crees tener todas las respuestas y al hacerte viejo te das cuenta de que no tenías ninguna», estas son las credenciales que revela el nuevo personaje de Clint Eastwood en su nueva película “Cry Macho”.

Cuando muchos sentenciaron que el actor y cineasta se despedía del cine con “Richard Jewell” (2019), vuelve a repetirse la sorpresa que surgió cuando todo el mundo pensó que “Gran Torino” (2008) sería su despedida fílmica alternando ambos lados de la cámara en una obra que aglutinaba a la perfección buena parte de las inquietudes que el último clásico de Hollywood habia plasmado a lo largo de su carrera.

Ahora, Eastwood suma una nueva muesca a su filmografía con un proyecto que podría ser interpretado como una prolongación de “Mula” (2018).

“Cry Macho” se basa en libro homónimo de N. Richard Nash y la trama nos traslada a finales de los 70, donde nos encontraremos con una estrella del rodeo y criador de caballos olvidado que, para saldar un viejo compromiso, acepta el trabajo de un exjefe para traer a su hijo pequeño a casa desde México. Con reminiscencias de road movie y western crepuscular, la película relata el accidentado viaje iniciático que comparten el anciano y el chaval.

Cumplidos 91 años, Eastwood alterna anbos lados de la cámara en una producción cuyo guion lleva la firma de Nick Schenk, quien escribió “Gran Torino” y “Mula”, y la del propio escritor de la novela, Richard Nash.

Junto a Eastwood, completan el reparto Dwight Yoakam, Fernanda Urrejola, Sebestien Soliz, Horacio García Rojas, Ana Rey, Brytnee Ratledge, Alexandra Ruddy, Amber Lynn Ashley y Paul Lincoln Alayo, entre otros. “Cry Macho” se estrenará en Estados Unidos el 17 de setiembre y llegará a nuestras salas el 24 de setiembre.

Clint Eastwood inició su carrera como actor en series B de televisión, pero gracias a todo lo que aporendió con sus dos grandes mentores –los directores Sergio Leone y Don Siegel–, aprendió las reglas de un modelo artístico que hizo suyo.

Leone reconoció de él que lo que más le fascinó, por encima de todo, fue «su aspecto externo», precisamente por lo que le ignoraron en su primeros años como actor en Estados Unidos, rechazado por su peculiar físico –demasiado alto, y nuez prominente– y que, tras años, como secundario, protagonizó la serie de televisión “Rawhide” (1959).

Don natural

Gracias a ese físico de 1,93 y un rostro tan potente como fotogénico, consiguió un contrato con la Universal y, a partir de ahí, supo moverse con habilidad. Se trasladó al polvoriento desierto almeriense para rodar la trilogía de Leone en la que inmortalizó a aquel sobrio y frio personaje sin nombre, que hablaba entre dientes, ataviado con un inseparable poncho. Nacido en San Francisco el 31 de mayo de 1930, Eastwood fue un actor que supo ir creciendo con calma pero sin pausa. Su don natural ante una cámara y su pasión por el cine, le hicieron evolucionar profesionalmente hasta consagrarse en la década de los ochenta como el actor y director que es hoy en día.

Interpreta, dirige, produce y hasta compone la música de algunas de sus películas, sin embargo, nunca se ha atrevido con los textos, algo que solventa gracias a su buen olfato para elegir guiones y a saber rodearse de los mejores. En el cine despuntó tarde. A los 34 años se asomó a la gran pantalla con “Por un puñado de dólares” (1964), una propuesta europea que subvirtió los códigos del western.

Tras esta primera entrega de la conocida por “Trilogía del dólar”, le siguieron “La muerte tenía un precio” (1965), donde cuestionaba los valores de los que ostentan la autoridad, y la tercera “El bueo, el feo y el malo” (1966), considerada la mejor.

El estatus adquirido con Leone le ayudó a trabajar con otro grande, Don Siegel, para quien se convirtió en un peculiar inspector de policía, Harry Callahan en “Harry el sucio” (1971), que interpretó en cuatro filmes en esa misma década.

Su imagen de policía racista y machista le persiguió para siempre. Pero, con el tiempo, el propio Eastwood se ha ido encargando de dinamitar muchos de los atributos ultraconservadores que le han sido atribuídos.

Eastwood entendió pronto la dinámica de la industria cinematográfica y creó su propia productora, Malpaso Company, para dedicarse a la dirección y debutó en 1971 con el thriller “Escalofrío en la noche”, que anticipaba algo que nunca se intuyo en él: su interés por las emociones y la sicología. A partir de los ochenta se centró en su faceta de director con éxitos como “El jinete pálido” (1985) y “El sargento de hierro” (1986).

El gran giro en su carrera se produjo con “Bird” (1988), la biografía de Charlie Parker y en “Los puentes de Madison” (1995), descubrió su faceta romántica junto a Meryl Streep, mientras que en otra de sus películas memorables como director “Sin perdón” (1992) recapituló el western mediante una obra maestra.

En “Mystic River” (2003), hizo algo impensable en él, dinamitar los valores del llamado “sueño americano” y en “Million dollar baby” (2005) pulsó como nunca la emocion del espectador con una película directa, sincera y dolorosa.

El biógrafo Patrick McGilligan, autor de “Clint Eastwood. La biografía” (1999) presenta al artista como un cineasta fundamental, complejo y contradictorio, pero también le lanza algunos dardos: «Jamás revisa un guion. No guía a los actores, le suele valer la primera toma y todo lo rodado suele estar en pantalla. No me parece que esos elementos sean los mimbres de un genio del cine».

En una entrevista, años después, Eastwood parecía contestarle cuando afirmó «me gustan las primeras tomas porque nunca lograrás igualar la sorpresa de oír por primera vez un diálogo. Algunos de mis maestros, como Siegel, lo hacían así. Por eso tampoco me gustan los ensayos, porque si repites muchos los diálogos se vuelven monótonos».