Maite UBIRIA BEAUMONT
PERFIL

Adiós a un artesano de la paz nacido en Argel

Michel Tubiana ha fallecido a las puertas de una fecha tan significativa como el décimo aniversario de la Declaración de Aiete y, con su desaparición, el movimiento civil y político en favor de una paz justa para Euskal Herria pierde a un leal compañero de viaje.

Nada más conocerse el deceso, dado a conocer ayer por la propia Liga de Derechos Humanos, las redes se llenaron de mensajes de condolencia a los suyos y de homenaje a su larga trayectoria como defensor de los derechos humanos. Es el caso de la portavoz de Bake Bidea, Anaiz Funosas, quien agradeció su compromiso, y del presidente de la Mancomunidad Vasca y alcalde de Baiona, Jean-René Etchegaray, por citar algunos.

Nacido en Argel el 24 de noviembre de 1952, abandonaría diez años después su país natal para instalarse, junto a su familia, en París, donde desde joven adoptó el compromiso político.

El exmilitante de las juventudes trotskistas cogió la toga en 1974, y bien joven participó, entres otros casos destacados, en el proceso al que fuera prefecto de París y colaborador nazi, Maurice Papon.

Tras ejercer durante once años como secretario general, en 2000 fue investido presidente de la Liga de Derechos Humanos (LDH), cargo que ejerció hasta 2005. Cuando pasó a ser un aliado público y reconocido del proceso de resolución vasco era ya presidente de honor de la LDH, una respetada asociación en cuya sede parisina han recalado estos últimos años los delegados que acudían la capital gala para poner sobre la mesa la necesaria implicación de París en la búsqueda de una salida razonable al conflicto armado.

Fue el encargado de sintetizar las intervenciones durante la Conferencia de París, celebrada en junio de 2015 en la Asamblea Nacional francesa, en la que se escucharon voces de víctimas de ETA y de la violencia de Estado, aunque antes y, por supuesto después, ejercería de engrasador permanente de todos los canales que pudieran ayudar a llevar a buen puerto un proceso al que los estados daban la espalda. Una actitud que nunca dejó de sorprenderle y que tampoco renunció a denunciar allá donde tuviera oportunidad. Ello, pese a que su compromiso le costara algún que otro revolcón, como cuando la Fiscalía le abrió una causa por asociación de malhechores en 2016.

Las piernas no le seguían del todo, me confesó en una avenida parisina, sentado en un banco para tomar aire. Con todo, sumó sus pasos a esa movilización Orain Presoak que llevó a 11.000 vascos a París el 9 de diciembre de 2017, y a pie de calle defendió la vuelta a su país de los presos con el mismo fervor que denunció la detención en Luhuso del grupo encabezado por otro artesano que ha dejado profunda huella, Mixel Berhokoirigoin.

Celebró como un artesano más la Jornada de Desarme del 8 de abril de 2018 en Baiona, combinando palabras y ojos humedecidos en la tribuna, en un acto de obediencia civil a la paz y de desobediencia ante el desánimo que serviría de antesala de la desaparición de ETA, un año después.

Si algo resume la trayectoria vital de Tubiana es que ningún combate justo le resultó ajeno, por incómodo que fuera su compromiso. Han sido así numerosos sus pronunciamientos en contra de la islamofobia y del racismo en el Estado francés.

Al hilo de la disolución de ETA, que siempre interpretó como un hito pero no como un punto y final, dejó escrito un mensaje que diez años después, y más al calor de ciertos episodios de ventajismo político y algunas polémicas estériles, guarda especial vigencia.

«Contar lo que ha pasado –escribió– requerirá no dejar nada en la oscuridad, reconocer a todas las víctimas, devolverles su dignidad y, en definitiva, admitir que la historia no se contará desde una sola voz, porque es preciso escuchar al otro, aun a costa de asumir que sus palabras alteren nuestras certezas».