Aitor AGIRREZABAL
EL PETRÓLEO, EN EL CENTRO DEL DEBATE ENTRE LONDRES Y EDIMBURGO

Escocia amaga con alejarse del petróleo y acercarse a una independencia verde

El nuevo campo petrolífero de Cambo, a 125 kilómetros al noroeste de las Islas Shetland, se ha situado en el centro del debate entre Edimburgo y Londres. Pero también entre Edimburgo y Aberdeen, la tercera ciudad más grande de Escocia. O incluso entre Edimburgo y Edimburgo.

La última disputa, el nuevo campo petrolífero de Cambo, a 125 kilómetros al noroeste de las Islas Shetland, ubicado cerca de otros dos campos petroleros: Rosebank y Schiehallion. El enorme campo petrolero se descubrió por primera vez en 2002 cuando se perforaron cinco pozos en la estructura. Se cree que contiene más de 800 millones de barriles de petróleo y es considerado uno de los campos sin desarrollar más grandes de la plataforma continental del Reino Unido.

Si la Autoridad de Petróleo y Gas aprueba la licencia para que las empresas extraigan petróleo del campo, esto podría comenzar en 2022, y la primera producción de petróleo se espera para 2025. En la primera fase del proyecto, se quieren extraer 150 millones de barriles de petróleo, cuyas emisiones equivalen a hacer funcionar una central eléctrica de carbón durante 16 años. Se espera que el campo opere hasta 2050. Londres se ha comprometido a alcanzar cero emisiones netas para ese año. El objetivo del Gobierno escocés es llegar a cero neto en 2045.

La Agencia Internacional de Energía ha dicho que para cumplir con los 1,5°C del Acuerdo de París, no debería haber más desarrollo de proyectos de petróleo, gas o carbón. La cantidad de petróleo y gas en los campos que ya operan en el Reino Unido, excluyendo Cambo, ya supera las emisiones en relación con los objetivos climáticos de París. Además, según apuntan los movimientos ecologistas, el impacto climático de producir y quemar 800 millones de barriles de petróleo sería el equivalente a diez veces las emisiones anuales de Escocia.

Frente a ello, el proyecto Northern Horizons. El proyecto de energía eólica ya se presentó en la cumbre de Glasgow bajo la promesa de crear miles de puestos de trabajo e «impulsar las ambiciones de Escocia de ser un líder mundial en energía renovable». Northern Horizons utilizará turbinas eólicas marinas flotantes para producir hidrógeno verde que podría alimentar vehículos o utilizarse en pilas de combustible para generar electricidad durante los momentos del día en que el recurso eólico es bajo. Se describe como «una respuesta a la ambición declarada del Gobierno escocés de desarrollar el potencial de Escocia para exportar cantidades significativas de hidrógeno». El Gobierno tiene como objetivo 5 GW de producción de hidrógeno para 2030 y está buscando la colaboración internacional en el desarrollo de una economía compartida del hidrógeno.

¿Y cómo afecta esto a una posible Escocia independiente? La Convención de la Independencia de Escocia, el germen de 2005 que confluiría en el referéndum de 2014, señalaba que «la independencia nos posibilitará usar nuestras tierras y aguas y la energía verde y el petróleo para que Escocia sea más exitosa». De hecho, la campaña independentista pivotó la viabilidad económica de una Escocia independiente sobre el petróleo, el gas del Mar del Norte y también la energía eólica marina.

Escocia, que por aquel entonces formaba parte de la UE, contaba con el 25% de la energía eólica marina de todo el club europeo y proyectaba generar exportaciones por valor de dos billones de libras anuales. Entendían que el petróleo «no era esencial» para ser independientes, pero otorgaría al país caledonio «una red de seguridad».

Además de sus efectos sobre el planeta, el petróleo ha tenido un componente sentimental en Escocia. Gestionado por Londres, todavía se incide en que el Gobierno de Margaret Tatcher destinó los recursos obtenidos de este elemento para promover el desmantelamiento industrial de Escocia y el cierre de la minería. Tampoco pasa desapercibido el despilfarro de sucesivos gobiernos británicos y empresas privadas para lograr beneficios a corto plazo en contra de las propuestas independentistas, que tenían el espejo en el que mirarse en el fondo de pensiones petrolero de Noruega. Ahora Sturgeon, que comparte Gobierno y unidad independentista con el Partido Verde, se ha posicionado de forma inequívoca contra el nuevo campo petrolero de Cambo.

Sin embargo, la competencia sigue siendo de Londres y tampoco parece que el SNP vaya aquí al unísono, ya que son varias las voces que apuestan por desarrollar este campo y trabajar para capturar sus emisiones de carbono. Varios parlamentarios de la formación soberanista del noreste escocés, donde las industrias petrolera y gasística son el principal motor económico, alzaron la voz y cargos principales del partido tuvieron que salir al paso para negar una crisis interna. También Alex Salmond se ha sumado a la defensa de esos ingresos petrolíferos.

Los intereses económicos a corto plazo y las promesas ecologistas no confluyen. Pero por el momento, Sturgeon se aleja de la opción de Londres de seguir explotando estos recursos en el Mar del Norte.

Con la cumbre de Glasgow en la retina y el cambio climático en el centro del debate político, han quedado en segundo plano las informaciones publicadas en junio por ‘The Guardian”, que apuntaban que individuos y empresas vinculadas a la industria del petróleo y el gas han donado más de 400.000 libras esterlinas al Partido Conservador a lo largo de 2020, coincidiendo con las discusiones sobre estas nuevas licencias de extracción.