Apremiado por las circunstancias debo rescatar del fondo de armario mi recetario más animalista, ya que ver a tal cantidad de imbéciles utilizándolos para su pestilente carrera electoralista despierta mi espíritu más franciscano y me molesta de manera carnal que se trate así a nuestros hermanos, que según dice la primera acepción del diccionario de la RAE, un animal es un ser orgánico que vive, siente y se mueve por propio impulso. ¿Comprendido? Como bien he leído del cerdo, nos gusta todo, hasta sus andares, y añadimos ahora su corazón como posibilidad de trasplante en humanos. Ya ha sucedido, y hay polémica, porque el corazón de un bendito cerdo ha ido a parar a la cavidad torácica de un delincuente, lo que nos coloca en un territorio de la disquisición ética ¿animal o humana? ¿Qué se discute, el uso de un animal para salvar a un hombre? ¿Qué el hombre teóricamente salvado sea un delincuente juzgado? ¿Qué se haya colocado precisamente en un delincuente por lo que si la experimentación falla no abrir más debates?  Tres aves, el alzacola rojizo, el aguilucho cenizo y el alcaudón común están en peligro de extinción y las autoridades competentes han declarado que este año en curso sea el de proteger al alzacola rojizo para ayudarlo a sobrevivir en la península ibérica. Los tres empiezan por la letra a, lo que es significativo. ¿Se ha hecho la elección por orden alfabético? No. Perdón, me sale mi parte jesuítica sin control. Un estudio demuestra que los tiburones atacan más a los seres humanos en días de luna llena. O sea, al igual que a las personas según su grado de desarrollo de la sensibilidad. Son animales que no vienen a nuestra casa a molestarnos, sino que vamos con disfraces raros, cámaras o fusiles a sus territorios. Quizás precisamente en luna llena nos vean mejor y por ello nos atacan por prevención.