David MESEGUER
Bagdad
IRAK SE QUEDA SIN AGUA (I)

CUANDO CRUZAR EL TIGRIS A PIE EN BAGDAD ES POSIBLE

La extrema sequía provocada por el cambio climático, la falta de infraestructuras a causa de décadas de inestabilidad y las políticas hidrográficas de Turquía e Irán, están generando una crisis de acceso al agua sin precedentes en Irak. Los despachos de Bagdad son la primera parada de una serie de reportajes para conocer una problemática que afecta a la vida diaria de millones de personas.

La manguera negra que riega el jardín de la entrada principal del Ministerio de Recursos Hídricos presenta una fuga por la que se escapa un pequeño hilo de agua. Un despilfarro que no pasaría de ser un hecho meramente anecdótico si no se tratara del ente que debe gestionar este recurso natural en un país, Irak, que sufre un gran problema de escasez. En el interior del edificio, situado en una gran avenida de Bagdad, atiende a GARA Aun Dhyaib Abdullah, consejero del ministro. A sus 75 años y trabajando en el Ministerio desde 1968 –once años antes de la llegada de Saddam Hussein al poder–, este tecnócrata ha pospuesto su jubilación porque está contratado como cargo de confianza para «aprovechar su dilatada experiencia» en una situación extremadamente crítica.

«Durante toda su historia, Irak ha recibido la totalidad de las aguas del Éufrates y del Tigris. Esto cambia a partir de 1974, cuando Turquía finaliza la presa de Keban en la provincia de Elazig y el cauce del Éufrates se ve significativamente reducido. Es entonces cuando comienzan los problemas de abastecimiento de agua en nuestro país», explica Aun Dhyaib. Una infraestructura parte del Proyecto para el Sureste de Anatolia (GAP, por sus siglas en turco) que, puesta en marcha por Ankara a finales de los 60 y aún en ejecución, prevé la construcción de 22 presas y 19 centrales eléctricas en las regiones kurdas bañadas por el Tigris y el Éufrates.

Mientras las autoridades turcas defienden que dicho programa pretende fomentar el desarrollo de la región con actividades como la agricultura extensiva de regadío, el principal partido prokurdo HDP y varias ONG denuncian que el GAP solo beneficia a grandes corporaciones agrícolas, supone un enorme perjuicio para el medio ambiente y ha generado graves daños arqueológicos, como la inundación de la milenaria ciudad de Hasankeyf.

«El 90% del agua del río Éufrates viene desde Turquía. Del Tigris solo el 40% porque el resto procede de afluentes en Irak e Irán», señala el técnico. «Según un estudio que hemos realizado, si Turquía completa el proyecto de GAP, el agua que dejaría de fluir hacia Irak podría alcanzar los 11.000 millones de metros cúbicos anuales», asegura Dhyaib. Subraya que la culminación del plan turco y los proyectos ya ejecutados en Siria e Irán son un desafío muy peligroso para Irak porque pueden suponer una reducción del 25% de los recursos hídricos del país.

Recurso ante la Justicia internacional

«Algunos afluentes del Tigris como el Diyala han perdido mucho caudal y en algunas zonas están secos porque Irán ha cambiado su curso para que sigan fluyendo dentro de su territorio», denuncia Ghalib al-Ahmedaoui, director de Medio Ambiente en el Consejo de la Gobernación de Bagdad, quien advierte de que la problemática de la escasez de agua en Irak se ha agravado en los dos últimos años. En este sentido, Aun Dhyaib señala que Irán también ha alterado el rumbo de los ríos Karkhe y Karun afectando notablemente a las marismas de Hawizeh y a los estuarios del Tigris y el Éufrates en su desembocadura en el golfo Arábigo –topónimo utilizado por los árabes en lugar de Pérsico–.

«No podemos obviar que los iraníes también están padeciendo la sequía, pero es inconcebible que cambien el rumbo de los ríos. El derecho internacional establece que los países deben repartirse los daños. No puede ser que todo el perjuicio recaiga sobre Irak», destaca Dhyaib. Ambos funcionarios defienden que los países vecinos deben respetar el principio de que los ríos no tienen fronteras políticas porque toda la población que vive en su cuenca desde su nacimiento hasta la desembocadura tiene derecho a hacer uso del agua. En relación al caso turco, el Gobierno iraquí ha pedido a Ankara que reduzca la cantidad de proyectos hidrológicos y que ejecute solo el 70% de los previstos.

«En 1979, la ONU ya dictó una resolución sobre cómo deben gestionarse los recursos naturales compartidos por dos o más estados. El respeto del derecho internacional es nuestra principal arma a la hora de negociar con los países vecinos. Como la respuesta no siempre es favorable, ya hemos presentado una solicitud para que nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores lo eleve al Tribunal Internacional de Justicia», indica Aun Dhyaib. En relación a la judicialización de la gestión de los recursos hídricos, Bagdad remarca que es el último recurso después de que el diálogo directo con el país en cuestión fracase y sea imposible alcanzar un acuerdo bilateral.

«La debilidad de Irak a nivel internacional afecta a su fuerza negociadora y, por lo tanto, nuestra capacidad de influencia sobre los países vecinos es muy limitada», explica Ghalib al-Ahmedaoui. Una flaqueza diplomática y una falta de infraestructuras hídricas que tienen el mismo origen: las cuatro décadas de inestabilidad y de conflicto que han afectado al país de forma ininterrumpida.

Aun Dhyaib recuerda que en los años 70 Irak era un país mucho más avanzado que Turquía o Irán en lo que se refiere a la gestión de los recursos hídricos, porque utilizaban una tecnología mucho más avanzada. «En 1974 viajé a Europa y tuve ocasión de conocer las técnicas que allí se empleaban. Cuando regresé a Irak dos años más tarde establecimos proyectos de riego por goteo y por aspersión», apunta el veterano tecnócrata. Según cuenta, el goteo fue todo un éxito, especialmente para hortalizas como el tomate o el ajo. Antes de este sistema, explica, cada dónem –medida de superficie de origen otomano que en Irak equivale a la cuarta parte de una hectárea– producía 4,5 toneladas de tomate. Con el sistema de riego por goteo la producción se incrementó a 15 toneladas.

«Entonces, gracias a los sistemas de riego tan avanzados, Irak exportaba todo tipo de productos agrícolas a los países del Golfo, a Siria, Irán o Turquía. Ahora, somos un país eminentemente importador. ¿Por qué? Porque en lugar de ir hacia el desarrollo fuimos a la guerra», comenta con gesto de enfado.

Desde el estallido de la guerra contra Irán en 1980, que se alargó hasta 1988, Irak ha sido escenario de múltiples conflictos prácticamente de forma ininterrumpida. A la primera guerra del Golfo en 1991, en la que la coalición liderada por EEUU atacó a las fuerzas de Saddam Hussein tras la invasión iraquí de Kuwait, le sucedieron años de severas sanciones impuestas por la ONU. La invasión liderada por EEUU en 2003 fue el germen de una etapa de violencia sectaria e inestabilidad cuyas consecuencias todavía sufre hoy el país con el Estado Islámico como máximo exponente.

«El país necesita muchas presas desde Mosul hasta Basora, pero la perpetua inestabilidad ha impedido a los sucesivos gobiernos ejecutar los planes diseñados para mejorar la capacidad hídrica. Un buen ejemplo de ello es la presa de Bekhme, situada 60 kilómetros al norte de Erbil, cuya construcción comenzó en 1979 y se retomó a finales de los 2000 después de décadas de parón», detalla el director de Medio Ambiente en el Consejo de la Gobernación de Bagdad. «Los resultados de las elecciones parlamentarias de octubre aún no se han implementado y seguimos con un Gobierno provisional. Dicha situación provoca que no se puedan tomar decisiones ni medidas concretas en relación a la urgente crisis del agua», recalca Al-Ahmedaoui.

Sequía y cambio climático

Según el informe GEO-6 publicado por la oficina de Medio Ambiente de Naciones Unidas, «Irak está clasificado como el quinto país más vulnerable del mundo a la disminución de la disponibilidad de agua y alimentos y a las temperaturas extremas». El mismo estudio indica que estos efectos derivados del cambio climático afectarán negativamente a la seguridad alimentaria, hídrica y sanitaria, y a la estabilidad social. Una situación crítica a la que están expuestas «12 millones de personas entre Siria e Irak», según alertaron en agosto 13 organizaciones de ayuda humanitaria entre las que se encuentran CARE international, Mercy Corps y Acción contra el Hambre.

«El cambio climático es muy visible. Por ejemplo, la última vez que llovió en Bagdad fue hace nueve meses y la precipitación fue insignificante. En relación a las temperaturas, en el pasado la máxima oscilaba en torno a los 20 grados en otoño, pero ahora siempre nos acercamos a los 30», señala Ghalib al-Ahmedaoui. El responsable de Medio Ambiente en la capital iraquí destaca que la escasez de lluvia está afectando notablemente a los acuíferos, y que la poca cantidad de agua que llega a Irak a través de los ríos está facilitando su contaminación. «En algunos puntos de Bagdad es posible cruzar el Tigris a pie debido al irrisorio caudal que el río tiene en determinados tramos», advierte Al-Ahmedaoui para enfatizar la excepcionalidad de la situación.

El tecnócrata de Medio Ambiente en el Consejo de la Gobernación explica que su oficina en colaboración con el Centro de Investigación Ambiental de la Universidad Tecnológica de Bagdad analizan diariamente el agua de la capital. En este sentido, apunta que las industrias de Bagdad hacen numerosos vertidos por lo que, tanto el Tigris como el Éufrates, sufren contaminación desde la capital hasta su desembocadura en el Golfo. «Para combatir la contaminación es necesaria la intervención rápida y contundente del Gobierno. Ésta ha llegado a niveles tan altos que amenazan la vida del ser humano», alerta el técnico.

Dhyaib y al-Ahmedaoui coinciden en subrayar que el abandono de la agricultura o la pesca y la necesidad de buscar otros trabajos han provocado miles de desplazados y refugiados climáticos. Ambos tecnócratas señalan que para paliar los efectos del cambio climático en Irak no basta con las medidas que se tomen a nivel estatal. «Es un problema causado, en gran parte, por las principales potencias económicas. Son ellas las que deben llevar a cabo acciones eficaces y ayudar a los países que más sufrimos esta situación».