Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «One Shot»

¡Acción!... se rueda... en una sola toma

No es por hacer de menos al bueno de James Nunn, pero su cine nunca va a tener las pretensiones de un Sam Mendes, por lo que no cabe comparar su “One Shot” (2021) con el “1917” (2019) de su distinguido compatriota. Lo suyo es la serie B, con todo lo que tiene de bueno y de malo, así que se le ha de reconocer su pericia técnica y su sentido del riesgo, aunque sin alcanzar la maestría narrativa reservada a películas que cuidan más su guion. Si a su hábil ejercicio de acción violenta le quitamos el realismo impactante del rodaje en una única toma, sin cortes ni efectos digitales de continuidad, lo que queda es un rancio argumento sobre cuerpos militares de élite combatiendo contra mercenarios que les superan en número y arsenal armamentístico, lo que viene siendo una especie de “300” (2006), pero a lo bestia.

Es como los títulos que en las décadas de los 80 y 90 poblaban las estanterías de los videoclubs, toda vez que Nunn ha encontrado a su tipo duro en un Scott Adkins, acostumbrado a ponerse el uniforme de comando como quien se viste todos los días de civil para ir a la oficina. Es la tercera vez que lo dirige, y las batallas que protagoniza siguen acumulando los tiroteos y explosiones de rigor, por más que haya cambiado o evolucionado el pretexto que sirve de detonante o punto de partida. Siempre está latente el peligro de una III Guerra Mundial, aunque las armas de destrucción masiva dependan ahora de la tecnología que persigue conquistar el ciberespacio, para controlar a golpe de click a ejércitos y gobernantes.

Nunn domina con solvencia el recurso del largometraje hechocon un plano-secuencia mediante la elección de un escenario único, apto para permitirle la movilidad que necesitan las cámaras. La ficción se desarrolla en una solitaria isla del Báltico donde está emplazada la base secreta de la CIA que ha de ser asaltada por la guerrilla.