El nuevo ministro de Defensa afronta «un tanque» de problemas
El ministro del Interior de Baja Sajonia, el socialdemócrata Boris Pistorius (SPD), será el nuevo responsable alemán de Defensa y ha prometido «hacer fuertes a las Fuerzas Armadas alemanas». Antes, el hombre de confianza del canciller, Olaf Scholz, deberá deshojar la margarita de si Alemania cede los tanques de combate Leopard a Ucrania. Su partido, el SPD, está dividido.

El nuevo ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, va a jurar su cargo hoy, justo un día antes de tener que acudir a la reunión de la OTAN con Ucrania en la base estadounidense de Ramstein. El nuevo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas alemanas, la Bundeswehr, se enfrentará a las demandas ucranianas y a la presión ejercida por aliados como EEUU, Gran Bretaña, Polonia y Lituania para que ceda tanques de combate Leopard a Kiev. Los «Panzer» son de producción alemana y por eso Varsovia, por ejemplo, necesita el «sí» de Berlín.
Este es el problema más actual sobre la mesa de Pistorius, pero es solo la punta del iceberg heredado de su antecesora. Cuando a finales de 2021 la socialdemócrata Christine Lambrecht pasó del Ministerio de Justicia al de Defensa reinaba la paz. Su mayor reto entonces era gestionar unas Fuerzas Armadas cuyo precaerio estado se debía a la política militar de décadas anteriores.
Poco después, la invasión rusa de Ucrania, que ha derivado en la actual guerra, sacó a la luz las deficiencias del sistema militar alemán. Lambrecht no pudo romper unas estructuras anticuadas, como no lo podría haber hecho nadie en su lugar bajo estas circunstancias. Aparte de varios deslices comunicacionales, al final el mismo canciller Olaf Scholz torpedeó la relación con Lambrecht cuando decidió -sin informarle- entregar 40 blindados Marder a Kiev.
Pero el problema principal es que el Gobierno se ha implicado en una guerra sin tener preparadas ni sus FFAA ni la sociedad ni la industria. El «dividendo de paz» se ha agotado. Así bautizaron en Alemania a la situación surgida de la unificación de las dos repúblicas en 1990 y con el derrumbe del bloque del «socialismo real» liderado por Moscú.
La elección de Pistorius ha tenido un positivo eco mediático. Se le considera un «sabueso», un «hueso duro de roer» y se le ubica en el ala derecha del SPD. Si a Lambrecht se le echaba en cara no tener vínculos con las Fuerzas Armadas, el único de su sucesor es haber realizado en su día el servicio militar obligatorio.
Dado que en los últimos meses se han especificado en detalle las deficiencias de la Bundeswehr, la tarea principal de Pistorius es presentar soluciones. Para ello ha de poner orden en el Ministerio y en las estructuras militares. Un problema es el área de abastecimientos, que se ha convertido en un aparato muy burocratizado y lento.
Nueva misión
Más allá de la responsabilidad de Pistorius, el tripartito de Scholz -SPD, Verdes y FDP- tiene que definir la nueva misión de las FFAA. Ya que la guerra vuelve a ser instrumento político en Europa, la cuestión es si Alemania ha de recrear un Ejército de medio millón de soldados con divisiones acorazadas.
Este concepto de la Guerra Fría se volvió obsoleto a principios de los 90, cuando desapareció el Pacto de Varsovia, el rival de la OTAN. En 1992, el ministro de Defensa demócristiano Volker Rühe (CDU), ironizó con que «Alemania está sitiada por sus amigos».
Con la intervención alemana en la guerra de EEUU contra Afganistán a partir de 2001, se reformaron las FFAA. Ya no hacía falta defender el territorio alemán de una agresión procedente de Europa, pero sí unidades ligeras y aerotransportables para intervenir en todas partes del globo garantizando el libre acceso de Alemania a los mercados internacionales. Este cambio del modelo militar compaginaba con el pensamiento neoliberal, porque permitía ahorrar miles de millones de euros en Defensa.
Por eso, en 2011, el ministro de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg (CSU), se desprendió voluntariamente de 8.000 millones de euros. Con Angela Merkel (CDU) decretó el fin del servicio militar obligatorio, pero sin abolirlo. Las FFAA, compuestas por voluntarios, se dividieron en un contingente pequeño para las intervenciones rápidas y en otro mayor que lo abastecía. Berlín se deshizo del material que le sobraba. La industria militar redujo sus plantas de producción de munición y deslocalizó alguna; una, a Suiza que ahora, por su neutralidad, se niega a suministrar munición a Ucrania.
Con o sin Leopard, a Berlín no le queda otra que implicarse más en esa contienda porque, por razones políticas y militares, tiene que abastecer con munición y recambios el material ya donado. A no ser que busque otra alternativa política que suponga desentenderse del conflicto. De lo contrario, estará abocada a preparar a la sociedad y a la industria para la guerra.

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