Luali LEBSER
50 ANIVERSARIO DE LA PRIMERA ACCIÓN ARMADA DEL POLISARIO

Las mujeres se preparan para la guerra en la retaguardia

En la década de los 70 del siglo pasado, las fotografías de mujeres saharauis con un fusil al hombro y niños en brazos se hicieron famosas. En la escuela militar de Rabouni para mujeres se les prepara estos días para la guerra, aunque hace ya años que no entran en combate.

Nuena Djill, frente a la soldado Waara Hafdala, muestra su icónica foto.
Nuena Djill, frente a la soldado Waara Hafdala, muestra su icónica foto. (Luali LEBSER)

Waara Hafdala prefiere su traje militar a la melfa tradicional saharaui. Aunque le gusta llevar la vestimenta que su madre le enseñó a ponerse, se siente más cómoda y realizada con el uniforme de camuflaje. Tiene 32 años, no está casada y adora el mundo de las armas. A su edad debería estar casada, pero asegura que «cumplo mi deber con mi patria. Otras mujeres están teniendo hijos. Cuando ven que lo que me gusta es estar con las botas puestas, los hombres se echan para atrás. Siguen teniendo una visión muy cerrada. Una puede ser madre y luchar con las armas, como puedes ser padre y disparar contra el invasor marroquí», explica.

Nuena Djill, directora del escuela militar para mujeres de Rabouni, afirma que Hafdala es la primera de su promoción. «No quiere dejar la escuela y cuento mucho con ella para mi trabajo», añade. Djill es una de esas protagonistas femeninas del comienzo de la contienda. Su imagen fue portada de libros, de revistas y todavía hoy su autora, la prestigiosa reportera gráfica Christine Splenger, la muestra en exposiciones retrospectivas de su trabajo.

«El que aparece en mis brazos es mi hijo pequeño Elbom, que ahora vive en Altsasu. La mujer me pidió que mirara a cámara. En menos de un minuto se marchó. Años más tarde vino a visitarme», recuerda.

Splenger, francesa de nacimiento pero española de adopción desde muy temprana edad, señala esta fotografía como una de las más icónicas de su carrera. La poderosa imagen mostraba a la mujer saharaui como una guerrera por su patria y su familia. Una femme fatale que en la década de los 70 del siglo pasado vendió la imagen del Polisario con un halo de modernidad y apertura. Djill, por amor al Polisario y por ser la imagen de aquella generación, se convirtió desde muy pronto en la directora del centro militar para mujeres de de Rabouni.

«NO DEJÉ DE CUMPLIR»

«Mandé que me hicieran una melfa militar. Tengo las rodillas muy mal, cataratas... Soy una vieja que no ha dejado de ser soldado y mataría y moriría por su patria -subraya-. Mi primer marido murió al lado del presidente mártir Luali Mustafa Sayed (hermano del actual consejero para Asuntos Internacionales del presidente, Brahim Ghali). Mi hijo se quedó huérfano de padre casi al nacer. Yo tuve que disparar cuando me escapaba de los marroquíes en el año 75. Disparé a los aviones mauritanos con una arbayia (fusil de 36 mm con 4 disparos de pequeño calibre para estándares actuales)».

Nuena Djill insiste en que «no dejé de cumplir como madre ni como soldado. Luego, el Polisario consiguió más armas y hubo más hombres que se sumaron al Ejército. Las mujeres tuvimos que quedarnos en los campamentos a cuidar y educar a los niños. Fui la primera habitante de Aaiun en diciembre del 75, yo levanté con mi sudor la primera haima. Embarazada, cogía el fusil y marchaba a proteger a los que se escapaban del invasor. Quiero enseñarles a las mujeres de hoy que pueden ser madres, soldados y cumplir un papel muy importante en la sociedad», añade vehemente mientras acicala constamente su melfa caqui de camuflaje.

Waraa Hafdala profesa devoción a Nuena Djill. Nada más entrar la directora a su casa, corre a cambiarse la melfa por el traje militar. Entra con botas de caña alta, lustrosas y relucientes pese al polvo y la arena de la hamada argelina. Saludo marcial y se sienta ante ella. «Es la primera de su promoción. Es una buena soldado. No es que lo sería, es que ya lo es», asegura. La devoción es mutua.

«QUIERO IR YA»

«Yo quiero ir a la guerra ya», se impacienta Hafdala. «No quiero esperar. No tengo compromisos familiares, no soy madre. Muchos hombres no lo ven bien. Estoy soltera y creo que es por eso, pero me da igual», racalca sin quitarse las botas, mientras los demás están descalzos en la alfombra. Su madre, Fathma, clama orgullosa: «Mi hija hace mucho por su país».

En la escuela, cada año preparan a alrededor de 70 mujeres para la guerra. No ha habido mujer en el frente ni en misiones especiales desde el año 78, «desde que Mauritania se rindió», dice Hafdala. Pese a eso, y según los datos de Djill, cada año intentan ingresar más de 130 y muchas de ellas se tienen que quedar fuera. Las preparan como zapadoras, operadoras de radio, francotiradoras, soldados rasos y saboteadoras -«una mujer con melfa no es tan sospechosa»-.

Sin embargo, Hafdala señala a GARA que muchas de sus amigas se echan atrás ya que después de la academia no entran en guerra ni marchan al frente a ayudar. «Las mujeres queremos ir a la guerra como los hombres. Somos buenas. Hay amigas mías que son mejores francotiradoras que los hombres y les han ganado en las competiciones en los campamentos. En muchas les superamos. Quiero ir ya», zanja.

Mientras abraza a su pupila, Djill admite que el saber antes de entrar en la academia que no acabarán luchando sobre el terreno frena a muchas jóvenes. «Pero si la guerra va a más lucharemos todos codo con codo. Sea mujer u hombre saharaui», subraya.