Pablo González: «Saber que no estoy solo es fundamental»
El periodista Pablo González cumplió ayer 42 años de edad y también 26 meses encarcelado, desde su detención en Polonia cuando estaba realizando su trabajo. Desde su celda se sumó a la jornada festiva que, en la localidad vizcaina de Nabarniz, exigió su libertad.

«Hoy estaré mirando fotos de actos anteriores y sonriendo al pensar en la suerte que tengo de contar con vuestro apoyo. Saber que estáis ahí y que no estoy solo es fundamental para mirar al futuro con optimismo y esperar que este secuestro ‘democrático’ acabe cuanto antes», leyó ayer Oihana Goiriena, madre de los hijos de Pablo González, al numeroso público congregado en la plaza de Nabarniz.
La carta la escribió el periodista vasco en su celda, en Polonia, donde cumple prisión preventiva bajo la acusación genérica de espionaje a favor de Rusia. El reportero fue detenido el 28 de febrero de 2022 por los servicios secretos polacos en su hotel cuando informaba desde la ciudad de Przemyśl, muy cerca de la frontera con Ucrania, sobre la crisis de refugiados que el conflicto estaba provocando. Sin que se hayan presentado cargos ni pruebas ante un tribunal, ni se le haya permitido tampoco preparar su defensa o tener contacto con su familia, Pablo González o Pavel, como le conocen sus cercanos, está sufriendo una situación surrealista, inmerso en una especie de limbo legal en una Unión Europea donde es el único periodista preso por ejercer su trabajo. La última vez que la prisión provisional le fue prorrogada, la octava, fue el pasado 15 de febrero.
Los vecinos de Nabarniz y Elantxobe, localidades donde viven Pablo González y su familia, quisieron celebrar ayer su cumpleaños y decirle, a su vez, que no le olvidan. En toda esta zona de Bizkaia no es difícil encontrar plasmada, en pancartas o pintadas, la exigencia de la puesta en libertad de este periodista de larga y reconocida trayectoria.
Ayer se vendieron camisetas, banderolas y todo tipo de material para apoyar económicamente a su familia con el pago de la defensa legal, y se realizó una marcha hasta el castro de Arrola; hubo txosnas, una comida popular y actuaciones del bertsolari Arkaitz Estiballes -«Muchos periodistas han decidido quedarse callados y en este caso, el silencio es complicidad», cantó- y de músicos como Audience, The Uskis o Iñiguito Txapelpunk.
Garbiñe Biurrun, presidenta de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, hizo llegar su apoyo a la puesta en libertad del periodista y recordó que «es inocente hasta que se demuestre lo contrario». El analista y doctor en Ciencias de la Información Ramón Zallo, por su parte, recordó que está en manos de una Justicia como la polaca, muy «hiperpolitizada», y en un país que es «un agujero negro en derechos ciudadanos».
Incomunicado -ni siquiera le permitieron hablar con su hijo de 9 años, que también cumplía años esta semana-, sin embargo, a Pavel González se le «escuchó» muy entero a través de la carta hecha llegar a través de sus abogados: «Mi sociedad exige justicia, mi libertad, como mínimo mi acercamiento al hogar... en esa solidaridad reside nuestra fuerza y nos diferencia de otros», escribió.

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