Vamos construyendo un relato coetáneo a golpe de acumular en un álbum de fotos que se va descomponiendo conforme se va construyendo instantáneas que seleccionamos casi de manera subconsciente mientras intentamos seleccionar una galletita sin gluten para acompañar nuestro café con leche de soja. En esas fotos coleccionables se va desarrollando nuestra idea coyuntural de la existencia misma. Desde la vital a la política. Cada foto es una suerte de billete hacia nuestra propia biografía secreta, porque de repente ver a al presidente húngaro Orbán que ostenta la presidencia temporal de Europa saludando a Putin en Moscú nos abre las fuentes neuronales de las contradicciones, la ignorancia o la relatividad geopolítica.

La misma foto del jugador de la Real Sociedad Merino en el momento que elevado sobre el césped con todo su cuerpo en una contracción espectacular impacta con un balón que si siguiéramos la secuencia de fotos veríamos que esa pelota se convierte en gol, el gol en victoria, la victoria en demagogia, la demagogia en patrioterismo, el patrioterismo en dogma, resurrección de ideas consagradas, el perpetuo socorro de un rey, una bandera o un presupuesto. Después de un encuentro de fútbol de dos horas, ese instante es el que pasa a la historia ¿Por qué? Porque vivimos a golpe de foto.

El problema actual de Biden es que es un holograma no una foto. Trump es un fantasma que recorre las estrellas de una bandera imperial sin más aristocracia que la acumulación de capital. Francia está posando para transmitir su foto más importante.