Raimundo FITERO
DE REOJO

Tsunami judicial

Hay baile de togas. Quizás se trate de una rave. Conocemos a tantos miembros de la carrera judicial con antecedentes de parcialidad, pertenencia a banda de considerandos redactados en la sombra de las cavernas y con incapacidad manifiesta para hacer su labor sin cometer errores y crear frustraciones veraniegas, que hay que estar atentos a todos los juzgados para entender que, a lo mejor, la fatalidad es más potente que su fidelidad a una causa velada, que sus sueldos y extras se están colapsando y que a lo mejor han terminado su misión por simple aplicación de la ley y se quedan colgados de la brocha de su desobediencia con puñetas doradas.

La legión de insumisos togados se va desmovilizando. Si ya no hay caso tsunami al que se le pueda apellidar terrorista para fastidiar todo lo posible los efectos de la Ley de Amnistía, debido a la impericia procesal de García Castejón, el castillo de naipes de la baraja prevaricadora se va desmoronando con una rapidez casi exprés. Quedan numantinos que se sitúan en la novelesca posibilidad de una ayuda o conspiración rusa en el procés que la maneja un juez que es más una caricatura que una autoridad judicial. Es del mismo cómic que el tal Peinado que en un mismo día amenaza con detener a Begoña Gómez y a las horas le exonera de su presencia en una declaración ajena.

Nos sabemos de memoria el nombre de unas docenas de jueces como la de jugadores y jugadoras de fútbol, pero con la diferencia de que los que dan patadas al balón proporcionan ciertas alegrías simbólicas y los de negro y martillo avergüenzan y crean inseguridad.