Tres, cero, cuatro
Coincidencias, casualidades, el destino y algunas maneras más frescas de hacer el pino conforman un menú donde encontramos a Nacho Cano, un famoso cantante, compositor y productor que forma parte del mundo ultra de Isabel Díaz Ayuso, denunciado hace meses por una emigrante mexicana que trabajaba en su musical “Malinche” y que, después de pasar por una comisaría a declarar, monta una rueda de prensa y un espectáculo irremediablemente violento y con aseveraciones como que la policía son «los criminales» o que si aparece su cuerpo en una cuneta, ya sabemos dónde mirar.
Todo se aliña con Venezuela, Cuba, el comunismo, los emigrantes que subvenciona el gobierno, Begoña Gómez, etcétera, para no aceptar que lo que le han incoado es un atestado tras denuncia por supuesta irregularidad en la relación con unos jóvenes artistas mexicanos que él asegura que son becarios, pero que todavía no está claro qué son, ni qué situación legal y/o laboral tenían o tienen. Un caso oscuro. Un caso más de abuso laboral con emigrantes. La violencia y el nerviosismo aumentan la sospecha.
Mal día para discurso tan apestoso, porque un hijo de emigrantes, Lamine Yamal, se encumbró en la élite mundial marcando un gol que calificó a la Roja a la final. El día en la que se reúnen gobiernos para ver qué se hace con los menas que atiborran las dependencias canarias y que deben ser protegidos en otras comunidades, se cruza el caso Cano. Cuando marca gol, Lamine hace con sus manos el 304, que son los últimos números del código postal de su barrio en Mataró. Un acto vindicativo.

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