«No hay lugar a donde ir. Este es nuestro país»
A las dos de la madrugada de ayer se confirmaba la incursión terrestre por parte de Israel en el sur de Líbano. Las Fuerzas Armadas libanesas se habían replegado antes cinco kilómetros al norte de la frontera. Mientras, en la capital no cesaban los bombardeos. La agresión israelí está lejos de ser «limitada, precisa y selectiva».

«No me preocupan las amenazas. Todos conocemos lo que sucedió en la última guerra. Los sionistas perdieron en su intento de invasión y huyeron, porque no resisten el poderío de Hizbulah», exclama Mahdi, un chií que encuentro de luto por la muerte de su líder, Hassan Nasrallah, en las inmediaciones de de Haret Hreik.
Su declaración coincide con lo expresado por Naim Qassem, el número dos del movimiento chií, que declaró públicamente que los combatientes de su organización están preparados para luchar y defender el territorio.
Desde hace dos días, las góndolas de los supermercados de áreas como Hamra, barrio multicultural y diverso, se están vaciando de productos indispensables para sobrevivir a una invasión. El agua mineral y el aceite han desaparecido, los enlatados y los panes prefabricados escasean desde lunes en uno de los locales de la cadena de supermercados más prestigiosa de la ciudad.
El tránsito en la calle Baalbak, paralela a la principal Hamra, es intenso, desordenado y apabullante a pesar de su estrechez. Ambulancias transitan por esta arteria sin conocer su destino preciso.
Los desplazados que llegaron del sur para instalarse en los hoteles de la zona, caminan con apuro y desconocimiento del lugar. En el área de Hamra, los hoteles se han colmado con desterrados y el paisaje que siempre es diverso se ha llenado de personas que escapan. Las líneas rojas están desapareciendo.
El sonido de la explosión el lunes en el centro de Beirut se escuchó en toda la ciudad cuando dos pisos de un edificio fueron arrasados por un dron que mató a tres líderes del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) en el área de Kola, cerca de la estación de autobuses, a pocos metros de la Universidad Árabe de Beirut y del campo de refugiados Mar Elías, el único que alberga a palestinos cristianos y que fue creado por la iglesia ortodoxa en 1952.
INCERTIDUMBRE
Este ataque también había aumentado la incertidumbre entre la población desde la mañana. «No hay lugar a dónde ir. Este es nuestro país. Si hay una invasión tendremos que confiar en Hizbulah y en los líderes de la resistencia», decía Mohammed pocas horas antes de que comenzara la invasión terrestre israelí mientras fumaba apoyado sobre la barandilla de la Corniche, el paseo marítimo de Beirut.
Llegó desde Seddiqine -al sur de la costera ciudad de Tiro-. Está instalado en un hotel abarrotado de desplazados junto su esposa y sus cuatro hijos, y tras dos días de dramático viaje, está esperando a familiares para trasladarse a una aldea cerca de Trípoli.
«¿Cómo vamos a estar preparados para otra invasión terrestre? He vivido todas las guerras. Además, nuestra situación económica está muy deteriorada después del covid», apunta Arslan, un comerciante de origen druso, que no simpatiza con las milicias chiíes y las responsabiliza por esta situación.
Una joven musulmana suní, que pidió expresamente su anonimato, no confía en el triunfo de Hizbulah. «Si quieres entenderlo, te lo explicaré», responde contundentemente . «Sabemos que Israel cuenta con el apoyo de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Si Israel quiere invadir Líbano, entonces estos países podrían apoyarlo más y más fuerte», resaltó la joven en las puertas de la Universidad Americana de Beirut.
«Creo que la situación será muy difícil y que Hizbulah no ganará la guerra de esta manera. La guerra sería más larga y durará hasta que lleguen a un acuerdo. Solo se detendría mediante algunas condiciones muy fuertes», manifestó convencida la joven estudiante.
Ante este escenario, la pregunta es cuánto aprendió Israel tras «la victoria divina» de Hizbulah hace 22 años en la «guerra de los 34 días» y cuál es el plan de la milicia chií, que lleva años entrenándose para esta contienda. Mientras, más de un millón de personas se han desplazado internamente o en otros países en solo una semana de ataques.

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