Cerebro y consciencia
Volando voy; volando vengo. Un prestigioso cirujano cardiólogo holandés, Pim Van Lommel, asegura que la consciencia vive, aunque se haya muerto nuestro cerebro. Sus estudios han aparecido en las revistas más prestigiosas y ha escrito un libro titulado “Consciencia más allá de la vida”. Todos sus estudios son de base científica y relata el caso de trescientos cuarenta y cuatro pacientes que tuvieron un episodio de lo que se conoce como Experiencia Cercana a la Muerte, ECM.
Desde el análisis de estas circunstancias y utilizando herramientas de toda índole, algunas cercanas a la física cuántica o incluso a la mística, llegó a la conclusión de que la consciencia sobrevive a la muerte cerebral. O que la consciencia es previa y posterior a nuestro cuerpo, a nuestro cerebro que simplemente la acoge temporalmente. Es una suerte de disolución del ego en el ser. Una conexión de cada uno con el todo. Y abunda el cardiólogo asegurando que muchos de los pacientes tras el ECM, al descubrir su auténtico ser, abandonaron el tipo de vida que llevaban buscándose a sí mismos.
Sin entrar en mayores detalles, existe una clara provocación en estos descubrimientos para pensar seriamente en la existencia propia, en nuestra funcionalidad vital o incluso cósmica, más allá de votante, consumidor o contribuyente, ¿Qué somos o qué queremos o podemos ser? Y poner en cuarentena a todos los dioses, religiones y culturas. Atentos mañana a las inocentadas más extravagantes, porque la eterna, al parecer, es vivir creyéndose algo más que un verso suelto de un poema postista cantado por juglares ágrafos.

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