Las imágenes de los enfrentamientos violentos en Los Ángeles entre cuerpos policiales y militares contra los ciudadanos nos hacen retroceder a mediados del siglo veinte. Donald Trump resuelve sus discrepancias internas con atrocidades autoritarias. No hay manera de fallar en el juicio sobre la situación que este hombre de color naranja está provocando en el deterioro de los principios democráticos de USA. Lo malo es que esa deriva parece haberse convertido en una pandemia.

Los Ángeles en llamas es un anuncio de cómo se puede incendiar el mundo. La presencia de Javier Milei en Madrid es convenir en que algunos demonios viajan en aviones oficiales para sembrar el odio y la desfachatez. Su figura es un daguerrotipo de los desastres humanos, de la contaminación sicótica de la vida pública. Pero no le faltan conmilitones, ni cómplices, ni auspiciadores. Repasar las figuras de la extrema derecha española que le arroparon en Vistalegre, Esperanza Aguirre, Albert Rivera, de Quintos, entre otros, es un diagnóstico de la enfermedad crónica que la ciudadanía del reino de España soporta sin tratamiento adecuado.

Cada lunes la verdadera oposición organizada al gobierno de Sánchez introduce un tema para alimentar la hoguera del caos. Ayer fue la imputación del Fiscal General del Estado. Leire Díez ya es pasado, aunque en sus audios se escuchan conversaciones terribles con Cospedal y Villarejo. La pregunta que se escucha transportada por el viento de solana es ¿dónde está el presidente Sánchez y el partido socialista? ¿Puede aguantar mucho más esta presión? Ni ángeles ni demonios, ciudadanía.