De gira con los «pasai» entre rabas, pasacalles y cerveza
Música acompañada de algo para picar y un trago para hidratar la garganta. ¿Qué más se le puede pedir a la vida? Las txarangas son como la montaña de Mahoma: si no vas a donde ellas, ellas vienen a ti. Solo hay que dejarse llevar por el ritmo y disfrutar de su música. Serán dos horas y media aderezadas con clásicos de ayer y de hoy.

Como corresponsales de la CNN “empotrados” en un batallón de marines. El objetivo de la tarde, una cualquiera de esta larga semana, es recorrer Donostia durante dos horas y media junto a una de las txarangas encargadas de amenizar las calles.
Nuestra cita es con los míticos Pasai, una de las txarangas más veteranas del panorama -fue fundada en 1956-, aunque obviamente sus miembros se han ido renovando con el paso de las décadas. Lo que permanece inalterable es su gusto por las camisas con estampados hawaianos, preferiblemente muy horteras, algo que se ha convertido en su sello de identidad y que les hace fácilmente identificables.
De este modo, se presentan en el Boulevard luciendo una tela de tono ¿rosa pálido?, adornada con flores de color blanco, dorado o naranja. Una combinación que hace sangrar los ojos. Son diez, todos hombres. Tres de percusión -caja, bombo y chapas-, tres bajos -bombardino, trombón y helicón-, dos trompetas y dos saxos.
A ritmo de pasacalles, enfilan a través de la calle Elkano una larga recta que les llevará hasta la plaza Bilbao. Cada día hay dos txarangas entre las 18.30 y las 21.00. El Ayuntamiento indica por qué zona deben tocar, para evitar que todo se concentre en la Parte Vieja. A los Pasai hoy les ha correspondido el Centro.
La primera parada es junto al Bar Amazonas. A estas horas, y en esta parte de la ciudad, el público es en su mayoría gente de mediana edad que se junta para tomar algo en una terraza.
que no falten las rancheras
Los músicos se arrancan con un vals mexicano, “No volveré”. Dos mujeres se animan a bailar, el resto permanece sentado. Las rancheras son un estilo que no puede faltar en ningún repertorio. Tras interpretar varias piezas, los Pasai enfilan hacia el Buen Pastor y de ahí a Reyes Católicos, hasta detenerse delante de otro histórico, el bar Vallés.
La agradecida costumbre de sacar algo de bebida a quienes paran delante -sean músicos, gigantes y cabezudos o lo que toque- está en evidente desuso, peor cuanto más moderno sea el establecimiento. Y eso que no parece que un par de “katxis” y unos botellines de agua puedan descuadrar sus cuentas, viendo los precios que cobran.
Afortunadamente, algunos clásicos siguen manteniendo los buenos hábitos. En el caso del Vallés van incluso un paso más allá y se lucen con unas rabas y una tortilla. La parada se prolonga y suenan canciones como “Txanpon baten truke” de Alaitz eta Maider, “Espinita” de Los Panchos o un mix con temas de Amaral.
Llega el momento de regresar. De camino hacia el Mesón Martín, ubicado en la calle Elkano, se cruza la plaza Gipuzkoa, donde están instaladas las ferias para los más pequeños. Estos observan boquiabiertos el paso de la txaranga; ya reza el dicho que «la música amansa a las fieras».
Se acerca la hora de finalizar. Los músicos tienen sus coches en el Paseo Nuevo, así que para acercarse entran en la Parte Vieja por la calle Narrika y doblan al llegar a San Vicente para llegar a El Ensantxe.
Aquí no hay terraza y cambia la tipología del público, que acompaña con sus voces temas como “Freed from desire”, un mix de La Oreja de Van Gogh o “Clavado en un bar”, de Maná. Ya pasan diez minutos de la hora fijada. Toca plegar velas y marcharse con la música a otra parte.

GARA es segundo en Gipuzkoa y NAIZ sigue creciendo con fuerza

«Goonietarrak», 40 urte: bihotzeko ganbaran gordetako altxorra

«Elektronika zuzenean eskaintzeko aukera izango dugu orain»

«Gizarte aldaketa handi bat» eskatu du euskararen komunitateak
