Arranque de olivos, otra forma de castigo y venganza de Israel

La noticia de que colonos israelíes, acompañados de militares, arrancaron miles de olivos en la aldea palestina de Al-Mughair no dejó indiferente a nadie. Pero, quizá, lo más inaudito fue que tanto la justificación del Ejército israelí como la de los palestinos coincidiera: el objetivo final era la venganza.
Waheed Abu Naim, profesor de inglés de esta aldea de unos 4.000 habitantes, repite que no van a perder la esperanza ni abandonar Cisjordania. Los vecinos dicen que más de 10.000 olivos han sido destrozados, mientras que el Ejército cifra en 3.100 los árboles arrancados de cuajo por las excavadoras.
«Quieren vengarse», denuncia a Efe Naim, dueño de 40 de esos árboles y quien desde hace años experimenta en persona las consecuencias de la política colonial y expansionista israelí. «Solo quieren transmitirnos un mensaje: tienes que perder la esperanza y dejar tu tierra si quieres una buena vida», dice este padre de cuatro hijos.
El 20 de agosto, un colono que pastoreaba en la zona resultó herido leve en un tiroteo. El desbroce, que comenzó dos días después, debía supuestamente «mejorar las defensas» del Ejército, según un portavoz castrense.
Pero el jefe del Comando Central del Ejército israelí que dio la orden, Avi Bluth, reveló -en declaraciones filtradas a la prensa israelí- que el motivo real era otro. «Cada aldea y cada enemigo deben saber que si atacan a los residentes (colonos) pagarán un alto precio», indicó a las tropas en Al-Mughair. «Experimentarán un toque de queda, un asedio y operaciones de control», dijo, y añadió que el pretexto es «disuadir no solo a este pueblo, sino a todos los pueblos que intenten alzar la mano» contra los colonos.
TRES DÍAS DE REDADA
La aldea estuvo bajo asedio militar más de 70 horas, hasta la mañana del 24 de agosto. Los soldados allanaron cientos de viviendas, arrestaron a una decena de personas -entre ellas el alcalde, Amin Abu Alia, liberado ayer- y no dejaron a los palestinos salir de sus casas ni para comprar pan. Según relata Naim, también hubo intimidación con perros y saqueo de joyas y dinero por parte de soldados.
Said Hussan Abu Alia, de 65 años, se pregunta qué le han hecho los árboles a la «ocupación» y recuerda que algunos eran centenarios, anteriores a la creación de Estado de Israel. Sin ellos, un extenso terreno junto la carretera de Alon -divide Al-Mughair y por ella circulan colonos- se ha quedado baldío, sin olivos que cosechar.
«Siento frustración, esto es un crimen», dice Hussan, quien junto a sus hermanos ha perdido más de 1.000 olivos. Recuerda que ya van dos años, desde el inicio de la ofensiva contra Gaza, en los que Israel les veta el acceso a sus tierras o les da un solo día de permiso para cosechar la aceituna. Este año, la época de colecta comienza en unas semanas, pero aquí apenas quedan olivos. «La ocupación no quiere que vivamos aquí, en nuestra tierra, en paz. Quiere destruirlo todo», lamenta este anciano.
Lo dicho por Bluth, considerado por grupos de derechos humanos un posible «crimen de guerra», propició una denuncia ante la Fiscalía Militar. Noa Sattath, directora de la Asociación por los Derechos Civiles en Israel que presentó la queja, señaló que no es la primera vez que el Ejército comete castigos colectivos contra los palestinos, «pero nunca ha dicho que lo estaba haciendo».
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