Annonymous figura en la lista negra de muchos gobiernos y grandes corporaciones que han sufrido en sus sistemas de seguridad todo tipo de acciones cibernéticas. Por ese motivo, el caso del joven hacker Jeremy Hammond sirve como ejemplo clarificador de esta batalla abierta que gobiernos y corporaciones llevan a cabo contra este colectivo.

Hammond ha sido condenado a una sentencia de diez años de prisión que deberá cumplir en una prisión federal estadounidense tras ser declarado culpable de haber participado en el ciberataque contra Stratfor Global Intelligence que tuvo lugar hace varios años.

En su primera declaración, realizada el pasado año, Hammond se declaró culpable del delito de abuso y fraude y si repasamos las hemerotecas, descubrimos que en una entrevista que concedió al diario «The Guardian», el hacker dejó constancia de que su caso servía como una especie de «aviso para navegantes». «Han dejado claro que están tratando de enviar un mensaje a otros que vienen detrás de mí. Mucho de esto es porque fueron humillados por Anonymous y sienten que tienen que salvar la cara».

Jeremy Hammond también sugirió que el propio FBI estaría utilizando la red de Anonymous para llevar a cabo diversos «golpes estratégicos» ya que otro hacker llamado Sabu, un topo del FBI infiltrado en Anonymous, era el encargado de decir dónde y cuándo se iban a dar los golpes.

Jeremy Hammond accedió a 200 GB de datos, incluyendo emails y números de tarjetas de crédito, y esta información fue liberada posteriormente por Wikileaks. Al parecer, los hackers utilizaron los números de tarjetas de crédito para hacer donaciones millonarias a centros de caridad.

En relación a su militancia como hacker, Jeremy Hammond dijo lo siguiente : «Creo que mis días de hacker han terminado. Esa es una tarea para alguien más ahora».