Y se llama libertad...
El último editorial del diario de Federico Jiménez Losantos puede pasar a la historia como el perfecto ejemplo del odio que la derecha ultramontana siente por todo aquello que se aparta de sus inquietantes postulados. Es paradójico que el medio en cuestión se llame «Libertaddigital» pues la libertad, la de los demás, claro, es precisamente el objeto de sus embestidas. En esta ocasión la excusa han sido las declaraciones de Juan María Uriarte al recibir el premio de la Fundación Sabino Arana, pero podía haber sido cualquier otra cosa, porque producen bilis para dar y tomar.
Empieza el editorialista explicando que Uriarte «ha pedido a ETA que se disuelva, al Gobierno que `dulcifique' la política penitenciaria y a las víctimas del terrorismo que perdonen», ante lo que afirma que «yerra en sus tres peticiones: son los etarras los que tienen que pedir perdón por sus crímenes; el Gobierno, lejos de `dulcificar' la política penitenciaria, debe dejar de jugar con ella y garantizar el cumplimiento de las condenas que pesan sobre los terroristas presos». Vamos, el típico argumentario de la extrema diestra -aunque bastante siniestra-, poca novedad por esta parte. Ocurre, sin embargo, que el asalariado de Losantos se viene arriba, mi sobrina diría que se engorila, y le sale el siguiente párrafo. Lean con atención, porque supura mala baba por todos los costados: «Uriarte teme que el `proceso' se `pudra'. Imposible. Ya está podrido. Nació podrido. Ese proceso es fruto de una claudicación infame del Gobierno de España, primero bajo Zapatero y ahora con Rajoy, ante una organización terrorista que tiene por objetivo declarado demoler el régimen de libertades del que nos dotamos hace ya más de treinta años. Por eso es que urge enterrarlo. Y poner a la sociedad vasca frente a su tremenda responsabilidad en la pervivencia del nacionalismo liberticida en aquellas tierras». Cuando el personaje que ha escrito eso dice que hay que enterrar el proceso, ¿a qué se refiere? ¿A volver a la situación anterior? Cualquiera diría que sí, ¿no? Y lo de poner a la sociedad vasca «frente a su tremenda responsabilidad» suena a tanqueta y huele a pólvora.
Y para acabar, el demócrata de toda la vida se permite dar consejos: «En eso es en lo que debería volcarse el obispo Uriarte, no en la emisión de mensajes tóxicos con motivo de la concesión de un personaje venenoso que tanto daño a hecho al País Vasco y al resto de España». Tóxicos son ellos, como la cicuta.

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