Iñaki URDANIBIA
NARRATIVA

En el principio fue la caza

Más vale tarde que nunca, y lo digo ya que este libro del filólogo y profesor de historia de la religión y filosofía griega en la Universidad de Zúrich, un verdadero clásico, fue publicado originalmente en 1972; ahora es presentado en una rigurosa traducción de Marc Jiménez Buzzi, utilizando la segunda edición de finales de los noventa; si señalo este dato es debido a que esta edición iba acompañada de un epílogo clarificador y actualizador donde los haya, y ajustando cuentas con algunas interpretaciones interesadas de la obra (el etólogo Konrad Lorenz, el sociobiólogo E.O. Wilson o el antropólogo René Girard). El libro puede considerarse como uno de los imprescindibles, junto a los de James George Frazer, Claude Levi-Strauss y otros, para cualquiera que esté interesado en la cultura clásica y más en concreto en la historia de las religiones. Su publicación es digno de celebración si se tiene en cuenta que los especialistas en estas lides del saber han debido recurrir o bien al original alemán, o al francés, por ejemplo, si bien esta última traducción no data de hace más de diez años.

El autor hurga en los orígenes de los humanos quienes en búsqueda de alimento iniciaron las técnicas de la caza, lo cual viene a suponer que abrieron las puertas a la sangre y la violencia, mas en vez de ceñirse a los límites espacio-temporales de la Grecia clásica, retrotrae su mirada hasta los tiempos prehistóricos, en donde se inician las actividades cazadoras, en las que el hombre mata (no otra cosa significa la expresión «Homo necans», el hombre que mata) que dejó sus hondas trazas en las posteriores visiones de la mitología griega y en las actividades de los humanos más centradas en la cría de animales, etc. El autor, tras tomar impulso, como he señalado, en tiempos anteriores («sacrificio, caza y ritos fúnebres») revisa la mitología griega y algunas de sus figuras señeras, agrupando la travesía en cuatro apartados («Hombres lobo en torno al caldero trípode», «Disolución y fiesta de año nuevo», «Las Antesterias» y «Eleusis»), subrayando la huella que las costumbres anteriores dejaron en las creencias griegas, haciendo que tales constantes rituales -con cambios debidos al paso del tiempo- no solo se mantuvieran de una u otra manera en los usos religiosos sino que se extendieran a otros campos del quehacer humano: cívico, social, artístico... proyectándose en las liturgias de religiones posteriores con presencia hasta la actualidad. En ese orden de cosas el autor llega a afirmar que en gran medida la cultura occidental es la del «homo necans».

La inclusión de tal figura en el propio título de la obra indica cómo Burkett va a empeñarse en centrar la mirada en el hombre refiriéndose a su actividad fundamental (del mismo modo que, en la misma línea funcional, se ha hablado del homo erectus, recolector, sapiens, ludens, faber, etc). El uso de la violencia parece estar en los orígenes de las relaciones humanas (conste que lejos se mueve de las visiones deterministas e innatistas acerca de la agresividad) y en las de los humanos con las divinidades. El proceso avanza de la caza, a los sacrificios humanos y posteriormente al uso de animales para tales ritos con el fin de evitar el uso de las ofrendas humanas para tales fines, preservando así la continuidad de la comunidad; la sublimación simbólica de la muerte está en la fundación de lo sagrado... y así, en la ampliación del más acá en un más allá, de la inmanencia en trascendencia.

Si bien el estudio se centra en el caso griego, el autor se permite unas exploraciones antropológicas y comparativas con otros horizontes históricos y culturales (los ya señalados tiempos paleolíticos, y los usos egipcios, babilónicos, romanos, judíos, cristianos e islámicos).

Imposible detenerse con mayor detalle, en estas breves líneas, en los muchos aspectos expuestos en este fundamental libro erudito que sigue un hilo que atraviesa la vida de los humanos hasta nuestros días.