Pablo CABEZA BILBO

Mick Jagger y Bob Dylan quisieron conquistar a Françoise Hardy

El 17 de enero pasado Françoise Madeleine Hardy cumplía setenta años. En 2012 celebraba sus cincuenta años al frente del pop francés de los sesenta, aunque no fuese la que más vendiera, por encima estaban France Gall, Sylvie Vartan o Sheila, la de mayor tirón comercial. Sin embargo, ninguna de ellas tuvo la clase, la elegancia, el talento de Hardy, retratada decenas y decenas de veces, en esos primeros sesenta, por su novio y fotógrafo Jean-Marie Périe.

Para Françoise cada año que pasa es una victoria, pues desde 2003 lucha contra un linfoma extranodal que le tiene casi impedida y con la moral rozando la depresión. En 2012 confesaba a «Le Monde» que lograba acostumbrarse a la enfermedad y que desde hacia cuatro años las fuerzas le impedían caminar siquiera con un cierto decoro. «Resulta desesperante no poder valerme por mí misma. ¡Yo, que siempre quise tener el control de mi carrera y de mi vida! No sé si estaré aquí el año que viene»

Estuvo y también este, el año de su setenta cumpleaños. Cierto es que ya no espera nada de la vida quien fue una de las imágenes más atractivas de los sesenta y una de las voces más preciosas y sensuales del pop y la canción francesa.

Reconoce Hardy que en estos momentos solo Thomas Dutronc, su único hijo, es quien le mantiene viva. Dutronc, de 41 años, es un prestigioso músico de jazz que primero estudio artes plásticas, después fotografía, para descubrir a Django Reinhardt y enamorarse de su jazz gitano. Cuenta con dos discos en solitario, uno más en trío, participaciones en diversas películas y giras continuas.

El inicio

La infancia de Françoise Hardy fue introvertida, medrosa, quizá por las malas relaciones entre sus padres, quizá por haber sido internada con unas religiosas. Su carácter solo cambiaría cuando conoce al fotógrafo Jean-Marie Périer, quien descubre su belleza a todo el mundo desde la revista «Salut le copains», la más importante del inicio de los sesenta en el Estado francés.

De voz dulce, delicada, a veces intimista y cálida, otras juguetona, Hardy publica su primer disco en 1962 bajo el sello Vogue, que no cree en ella en un principio. Una noche de ese año, mientras se esperan noticias políticas de suma trascendencia para el país, en un descanso de la retransmisión de la radio-televisión francesa suena «Tous les garçons et les filles». Gran parte de los oyentes se quedan prendados. En unos meses vende medio millón de ejemplares y en un año pasa de los dos millones de ventas. Hardy es ya un icono, una musa. El pop francés ye-yé añade una voz más a su larga lista de nombres.

No obstante, no es esa la idea que la estilizada compositora y vocalista tiene sobre su carrera, ya que por formación (musical y literaria) y talento no quiere ser una chica insustancial ídolo de masas. Su visión de la música es otra, más densa, pero no logrará su propósito hasta el año 71, cuando se publica «La questión». En este álbum Hardy deja la inocencia, los arreglos arquetipo y rompe con el pasado por mucho que le ofreciera grandes éxitos que la llevaron a cantar en alemán, italiano, castellano («El sol» es preciosa), alemán e inglés. Aunque fueran parte del motivo por el que Jagger quiso conquistarla, lo mismo que Dylan, quien llegó a dedicarle un poema en el disco «Another side of Bob Dylan». Hardy ha cantado con Iggy Pop, Blur, Malcon McLaren, Benjamin Biolay, Alain Delon..., pero también con Julio Iglesias. Cuenta con participación en varios filmes y ha escrito un par de libros.

Desde hace años su pelo es blanco, su mirada triste, igual que ayer.

El fenómeno de la canción ye-yé nace en francés

Uno de los movimientos socio musicales más curiosos de la historia del pop fue la música ye-yé. Una historia surgida desde el programa de radio «Salut les copains». Cuando el espacio radiofónico daba caña a un artista desde la sección «Le chouchou de la semaine», se lanzaba prácticamente a una canción a la lista de ventas. El círculo se completaba con la publicación de una revista de igual título y que basaba sus contenidos en los artistas que pasaban por el programa. «Salut les copains» también llegó a publicarse en el Estado español, donde la música ye-yé, como en Italia y Alemania, contó con numerosos seguidores. Françoise Hardy repudia esa época. Toda ese periodo le parece vacuo musicalmente y comenta que no fue libre hasta 1970. Odia «Tous les garçons et les filles» y espera que se le recuerde por «La question», «Message personnel» o «L'amour fou». P.C.