La rosa robada que nunca antes lució tan marchita

Aveces he puesto a la cinematografía francófona como ejemplo de industria que sabe competir internacionalmente sin perder su identidad cultural, pero toda regla tiene más de una excepción, y Luc Besson no es el único productor galo que imita con sus películas a los grandes estudios de Hollywood. Christophe Gans nunca ha rodado allí, aunque se acercó hasta Canadá para filmar en inglés la adaptación del videojuego «Silent Hill». No es algo geográfico, sino un estado mental, porque «La belle et la bête» de 2014 está más cerca de las adaptaciones digitalizadas en 3D de cuentos universales que han puesto de moda majors como Disney («Alicia en el País de las Maravillas»), que de la poética e intransferible versión inmortalizada por Jean Cocteau.
En las comparaciones con esos referentes del otro lado del charco sale perdiendo, sin que tenga que ser necesariamente culpa de su inferior presupuesto, puesto que 33 millones de euros dan para mucho. Y está además Léa Seydoux al frente del cartel, que es ya una estrella joven y poderosa, emparentada con capitostes de las compañías Pathé y Gaumont. El cineasta Abdellatif Kechiche ya sabe lo que es enfrentarse a ella, cuando en pleno Festival de Cannes Léa le acusó de haberla manipulado en «La vida de Adèle».
La nueva diva no brilla lo suficiente en «La belle et la bête», debido a que el reverso oscuro representado por su compañero de reparto Vincent Cassell tampoco es lo potente que debería. La lucha entre la luz y las tinieblas contenida en la fábula tradicional publicada por primera vez en 1740 no estalla, quedándose en fuegos de artificio. No basta con generar imágenes fantásticas por ordenador, si estas carecen del verdadero sustento poético que las creó.
A la relectura de Gans le falta el arte esencial de la imaginación para superar a otras ilustraciones previas del cuento de la rosa, y sin ella no pasa de ser un mero ejercicio esteticista, tan recargado y barroco visualmente como vacío en su contenido. Tampoco se sabe muy bien si va dirigido al público adulto o al infantil, ya que viendo esos pequeños peluches en movimiento a uno le entra la duda.
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