Mikel INSAUSTI
CRíTICA: «Cómo acabar sin tu jefe 2»

Cuando ser emprendedor o delincuente es lo mismo

Quién dijo que las comedias comerciales eran fáciles de entender? Debo ser muy corto porque no pillo ni el título. Si es una continuación, a qué viene que le pongan el preceptivo «2» con el título cambiado. La primera se titulaba «Cómo acabar con tu jefe», y ahora los distribuidores se sacan de la manga «Cómo acabar sin tu jefe 2». Una vez más estamos perdidos en la traducción, porque originalmente no ha variado y sigue conservando el «Horrible Bosses» inicial. Con los chistes verbales pasa tres cuartos de lo mismo, y es que en los cines estadounidenses se ríen mucho más que allí donde quiera que se proyecte la versión doblada. Lo poco que me hace gracia de la secuela es en consecuencia algún que otro gag visual, como cuando el trío estelar camina a cámara lenta y la música se para de repente, obligándoles a imitar el estilo de escena de película de gángsters tan tarantiniana a velocidad normal, lo cual equivale a hacer el mayor de los ridículos.

Tampoco capto la sátira de la crisis económica y del capitalismo salvaje que otros creen ver en esta comedia gamberra, a no ser que me quieran contar que ser emprendedor y delincuente son sinónimos. Según la lógica de la primera entrega, si en la continuación te conviertes en tu propio jefe, deberías eliminarte a ti mismo. Pero no, ahora no hay que matar a nadie, se trata de organizar un secuestro. Si los tres protagonistas quedaron configurados como unos torpes criminales, parece obvio que hayan de ser igual de inútiles como empresarios, pues a lo más que llegan es a lanzar uno de esos inservibles productos de teletienda que bautizan con el invendible nombre de «shower buddy», traducido por «ducha colega».

Para mi el argumento carece de sentido alguno, pues avanza a trompincones y no deja espacio para desarrollar mínimamente ninguno de los personajes. Es una película en la que todos cuantos salen en pantalla son secundarios o episódicos, independientemente de las veces que repitan sus apariciones. Hay que ser muy buen actor para aprovechar los escasos segundos o minutos disponibles y Christoph Waltz, Jamie Fox, Jennifer Aniston y Kevin Spacey hacen lo que pueden.