Dabid LAZKANOITURBURU

Ripoll pone en cuestión muchos tópicos sobre el fenómeno yihadista

No estaban desarraigados pero tampoco eran lobos solitarios. Organizados aunque poco adiestrados, no habían vuelto de Siria o Irak. Fueron, eso sí, enrolados por los oscuros servicios secretos del ISIS.

Las circunstancias en torno a los atentados de Catalunya y el perfil de sus autores están poniendo en tela de juicio muchos lugares comunes en torno a un fenómeno, el de la ofensiva yihadista en Europa, de indudable complejidad, tanto en sus orígenes como en sus distintas expresiones, así como en las motivaciones que pueden llevar a jóvenes de 17 a 25 años a atropellar salvajemente a menores y civiles inocentes y a buscar finalmente la propia muerte.

Sus biografías desmienten la interpretación sociologista, que insiste en el desarraigo, la pobreza y la discriminación como factores explicativos decisivos.

Educadores y vecinos de Ripoll, pequeña localidad con solo un 7% de inmigrantes y que conocían a esos jóvenes siguen sin salir de su asombro y les describen como educados y atentos. La mayoría de ellos participaron desde su niñez en ambiciosos planes de integración social de la Generalitat como Punt Omnia. Fue el caso de Moussa Oukabir, abatido en Cambrils con 17 años de edad. Otros, como el conductor de las Ramblas, Younes Abouyaaqoub, tenían trabajo fijo.

No falta quien trata de responder a la perplejidad con interpretaciones sicologistas. Es el caso de lo que critican programas como el de Punt Omnia porque pueden tener un efecto boomerang, al marcar precisamente a sus beneficiarios como diferentes al resto de la gente.

Ultimamente proliferan estudios sobre la sique de estos individuos, muchos de los cuales padecerían una suerte de disociación de la personalidad que les llevaría a la «deshumanización del individuo».

No cabe duda de que el odio es uno de los pilares sin los que no se puede explicar este fenómeno. Un odio hacía el «otro» que la interpretación freudiana asegura esconde el odio hacia sí mismo. Ocurre como con el desarraigo. Uno puede sentirse aislado, sin identidad, pese a que esa percepción, como es el caso, no parezca estar basada en situaciones reales.

No obstante, tampoco parece haber salido estos días bien parada la interpretación sicologista, que pone el acento en desequilibrios emocionales como factores centrales. Y es que esta línea entronca directamente con la figura del «lobo solitario». Y la célula yihadista era, como mínimo, una manada bien organizada y con los objetivos claros, dirigida por un macho alfa (el imán de Ripoll) y posiblemente, en vista de sus varias ramificaciones internacionales, monitorizada por un cerebro y miembro de la red exterior del Estado Islámico.

Esto tampoco es nada nuevo y basta con recordar los atentados de París (Bataclan) a finales de 2015, en los que una decena de yihadistas bien armados y entrenados en Siria lanzaron sangrientos ataques en la ciudad.

Pero aquí también destacan dos diferencias. Esta célula yihadista no tenía kalashnikovs y la explosión en Alcanar, que les llevó a improvisar, evidencia su escaso conocimiento en explosivos. Una temeridad, sobre un centenar lago de bombonas de butano, que explica quizás por qué no se sospechó desde un primer momento en que podíamos estar en la antesala de un atentado.

La segunda diferencia es que estos jóvenes no regresaron ni de Irak ni de Siria. Así, mientras las policías europeas encarcelan y vigilan a los 1.500 yihadistas que han regresado ya a Europa y escrutan los vuelos en los que podrían llegar otros 2.500 (el resto, hasta los 5.000 que fueron en su día habrían muerto en combate), resulta que prácticamente todos los miembros de la célula eran y son oriundos del Rif (bereberes). Un territorio y un pueblo marcado por su histórica marginación y sus levantamientos (el último en curso) y conocido por su tolerancia religiosa y moral, al punto de que es conocido, o vituperado, como «la fortaleza del ateismo».

Para más inri, cuatro parejas de hermanos componían la célula (todos menos el imán y su asistente, herido en la explosión de Alcanar). Dos son las explicaciones a ese hecho: la primera remite a una cuestión logística, ya que la configuración de las células entre familiares dificulta el seguimiento policial. La segunda apela a una suerte de fratria, de complicidad secreta entre hermanos, lo que explicaría, sin excluir el afán natural de exculpar a los hijos, la incredulidad mostrada por sus progenitores y familiares ante el drama.

Los creyentes de la mezquita de Ripoll aseguran que la mayoría de estos jóvenes casi no la habían pisado, lo que tampoco casa con la consideración de las mezquitas salafistas como nido exclusivo de futuros yihadistas.

Sin obviar los problemas de control de esos lugares de culto, derivados en parte de la ausencia de un clero jerarquizado y centralizado en el islam, todo apunta a una cooptación express, con un papel mucho más central de internet, a cargo de un eximán despechado, este sí con un cinturón de explosivos real, y reclutado por el ISIS.

Reclutado ¿dónde y por quién?». Bélgica y, concretamente Vilvoorde, cuna del yihadismo con una importante población ¡rifeña! –como él– y la región parisina, tienen, seguro, la respuesta.

Y todo apunta a que sería desde ese epicentro de la yihad europea (De Bruselas a París) desde donde ese cerebro del ISIS habría planificado la operación y enviado al reclutador a lo que hasta ahora era la base de retaguardia del ISIS (Al Andalus) y que en Barcelona y Cambril ha despertado con la pesadilla de ser objetivo preferente.

Porque extender la guerra a todos los rincones de Europa ahora que el ISIS está perdiendo todos sus bastiones en Irak y Siria es el objetivo de los servicios secretos exteriores del califato. Conocidos con el término Emni o Anmiyat, según las fuentes, estos servicios secretos que tienen agencias por continentes (como la CIA y, en su día el KGB), fueron creados por un antiguo coronel de Saddam Hussein, Haji Baker, muerto en combate en 2014 ¡por los rebeldes sirios!

Otra muestra de que estamos ante un fenómeno muy complejo, también en su vertiente internacional y geopolíttica y ante el que los simplismos, más allá de no tener razón, sirven de bien poco para entenderlo y, por tanto, para poder vencerlo.