Iban Gorriti

Zornotza, la landa de los rojos

La fosa más grande de Euskal Herria que exhuman en el cementerio de Zornotza y que tendrá una quinta fase alcanza ya 126 cuerpos recepcionados en la sede donostiarra de Aranzadi, restos óseos de combatientes de la guerra y de tres mujeres.

Voluntarias y voluntarios se afanan en recuperar los cuerpos de combatientes y mujeres en la fosa de Zornotza.
Voluntarias y voluntarios se afanan en recuperar los cuerpos de combatientes y mujeres en la fosa de Zornotza. (EUSKAL PROSPEKZIO TALDEA)

Domingo, celebración del Aberri Eguna. Concluye la cuarta campaña de exhumación en el cementerio zornotzarra de Leginetxe. Voluntarias y voluntarios, entre ellos los de Euskal Prospekzio Taldea y Aranzadi, se afanan en recuperar los cuerpos de combatientes y mujeres que murieron en el frente o en el Hospital Militar de Amorebieta que en manos golpistas fue cárcel, primero de hombres y luego de mujeres. De hecho, el hermano de Antonio y Manuel Machado, también poeta –el fascista conocido como Machadito y de mismo nombre que Franco, Francisco– fue su director.

Las curiosidades se solapan como las distintas capas de esa landa sin tocar que los sublevados contra la legítima Segunda República denominaban «de los rojos».

Una superficie de 300 metros cuadrados

Quien accede al cementerio y escudriña cae en la cuenta de que las más de aquellas 126 personas que perdieron la vida hace casi ya 90 años se han desenterrado de una superficie arcillosa de casi 300 metros cuadrados. En la recta de 23 metros de largo están escoltados por el nicho de Luis Urrengoetxea, histórico alcalde zornotzarra y cofundador de ANV, cuya sepultura alberga un ‘lauburu recto’, es decir, de forma de esvástica.

En el ancho de 12,5 metros hace muga únicamente la tumba de José Andrés Eizagirre Gogorza Gogor, presunto dirigente de ETA militar, a quien agentes de la Guardia Civil dispararon matando en Errenteria en 1981. Su losa se ha desplazado por motivos administrativos en dos ocasiones. La última en una zona verde en la que solo esta ella, aunque se estima que en la actualidad sus restos puedan no estar presentes.

Quienes sí lo están cada día de exhumación y hasta el agotamiento son Alberto Sampedro Ixile, bilbaino afincado en Zornotza, y Kepa Ganuza, cosecha de Larrabetzu. Ambos, miembros de los nunca suficientemente valorizados Euskal Prospekzio Taldea, consiguieron el sueño de recuperar lo que, a la larga, a día de hoy es la fosa común de combatientes más grande del país.

La primera fosa, en 2008

«En realidad, para nosotros, son diez fosas», diferencian. Ixile ya encontró su primera en el municipio en 2008. Halló a un combatiente de la legendaria Cota 333. Por ese descubrimiento, conoció a los referentes de la materia, el matrimonio compuesto por los antropólogos forenses Lourdes Herrasti y Paco Etxeberria. «Lo pasé mal al ser mi primera entrevista ante ellos y hecha por unas personas a las que admiraba». En aquel lugar se halló una bayoneta y a partir de ahí una mandíbula y una chapa de identificación de un miliciano del batallón Dragones, de las Juventudes Socialistas Unificadas de Euskadi.

Sin embargo, desde entonces no han dejado de colaborar a favor de la verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. De hecho, desde la primera cata en Leginetxe en 2023, forman equipo junto a la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Fueron los impulsores de la apertura de la fosa con el apoyo del Ayuntamiento de Zornotza y el instituto Gogora.

Acuden al lugar asimismo voluntarios de BIOMICs, de Pipergorri de Gernika-Lumo, de Crónicas a pie de fosa, de la Mesa de la memoria de Ortuella, del grupo memorialista de la cárcel burgalesa Valdenoceda, y ciudadanía de Zornotza a título individual.

«Aquí nadie cobramos nada, tampoco Paco y Lourdes. Todos somos voluntarios durante horas libres extenuantes en malas posturas y bajo la lluvia y frío. Los desplazamientos también los pagamos nosotros», puntualizan.

 

«Hemos encontrado un brazo amputado con la chapa de identificación. Lo más curioso es que nos consta que ese combatiente sobrevivió a la guerra. Era vasco» 

 

Sin embargo, es gratificante la entrega. De ahí que los 126 restos de cuerpos estén ya en Donostia donde emitir un informe antropológico. En ocasiones, son más de 250 huesos por persona, porque algunos están rotos. Y lo hallado pone los vellos de punta. Lean algunos ejemplos, uno, por cierto, nada habitual, que narran a GARA en primicia.

«Hemos encontrado un brazo amputado con la chapa de identificación. Lo más curioso es que nos consta que ese combatiente sobrevivió a la guerra. Era vasco». En otra ocasión, se sorprendieron porque aparecía un cuerpo con tres piernas. «Eran las dos suyas y una tercera, es decir, en los dos casos, son amputaciones hechas en el hospital militar que el Gobierno Provisional Vasco montó en la actual Karmelo ikastola».

Cuatro combatientes identificados

En esta cuarta campaña, han exhumado restos de 21 combatientes. Hasta la fecha, han aparecido cuerpos de mujeres, ellas enterradas en cajas de madera. «Por ahora, se han identificado a cuatro combatientes republicanos y entregados a sus familiares», comunican satisfechos. Y la lista continuará si el banco de ADN da resultados. «El cine –sonríen- lo hace todo en minutos, pero son labores que llevan meses», diferencian.

Según ha podido saber este periódico, en esta cuarta campaña también se ha localizado en el mismo lugar otra fosa que por falta de tiempo y las inclemencias meteorológicas se ha pospuesto para una quinta campaña que llevarán a cabo «en breve» –quizás en mayo– en cuanto los equipos  voluntarios hayan podido descansar y vuelvan a cuadrar agendas. «Vamos a tener que hacerlo en los fines de semana», avanzan, y aportan que en estas últimas fechas han aparecido diversos objetos personales como monedas, una pipa de fumar, un anillo, botones de varios tipos (bastantes de chaquetón marinero), como algunos objetos de carácter médico, caso de imperdibles, férulas... Varios de los individuos presentaban fracturas premortem».

De las 126 personas exhumadas, a falta de, al menos, una quinta acometida, tres son mujeres enterradas en féretro, algo que desconcierta a estos voluntarios porque no se sabe si son cementeriales o quizás, pudiera caber alguna posibilidad de que sean algunas presas, comunidad de la que no se tiene constancia dónde fue enterrada. Siguen investigando este enigma.

 

En ocasiones, son más de 250 huesos por persona, porque algunos están rotos. (EUSKAL PROSPEKZIO TALDEA)

 

Todos los cuerpos están inhumados en este camposanto en grupos de 20 o 22 personas y con la cabeza hacia el mismo lado. Salvo una zona, más cercana a los panteones. Apostillan que han recopilado testimonios de personas que decían haber visto cuerpos alineados de una forma y no ha ocurrido que así fuera. Tampoco han hallado granadas, una creencia colectivizada en el pueblo.

«Puede ser que las familias dijeran a sus menores que no pasaran por esa zona verde sin tocar. Que si la cruzaban les iba explotar alguna bomba, para infundirles respeto o miedo. También decían que algunos cuerpos, tal y como eran tirados, habían sido enterrados casi de pie, dato que no ha sido cierto. Son exageraciones, nada más».

«Debieran seguir aquí»

Cada año en esa landa de los rojos y nacionalistas del PNV aparecía un ramo de flores a mediados de mayo que fue cuando el pueblo fue ganado por el bando faccioso al republicano. «Lo ponían –testimonian– junto a la cruz que había y que quitamos en una de las fases porque su madera ya estaba podrida».

Las instituciones tardaron en actuar en este cementerio. Tenían prioridad las de Durango –único municipio en el que no se permitió la entrada a periodistas durante las exhumaciones- u Otxandio, dos villas bombardeadas, y en las que no se encontró nada durante sus excavaciones. «En Durango, tenemos entendido que hubo familias que sabiendo dónde estaban sus muertos durante la posguerra se hicieron con ellos». En otras localidades como Derio –cementerio de Bilbo– o Urduña ha habido muchos cuerpos exhumados, aunque por debajo en cifras en comparación con Zornotza.

 

Euskal Prospekzio Taldea anima al Ayuntamiento de Zornotza a que construya un columbario en Leginetxe y quede como espacio de memoria

 

Y, ¿cómo prevén el futuro de estos, por ahora, 126 cuerpos? A nivel personal, Ixile solicita que esos restos regresen a donde han permanecido casi nueve décadas. «Lo que quiero es que regresen a Amorebieta. Es decir, que no se los lleven a cualquier otro lado, excepto que antes se identifiquen y sus familiares decidan su lugar».

Por todo ello, Euskal Prospekzio Taldea anima al Ayuntamiento local, tras esta labor científica, a que acabadas las investigaciones construya un columbario en Leginetxe y quede como espacio de memoria. Todo ello, una vez siglados los cuerpos –en el caso de quien no tenga identidad se citará su presencia con su número de expediente–. «Debieran seguir aquí», anhelan haciendo referencia a la landa que los franquistas denominaban «de los rojos» y de la que los rojos se mostraban orgullosos (de serlo).