El Pepe de los uruguayos, el Pepe de las vascas

Vivo de espaldas a la muerte, lo reconozco. Como si no pensar en ello me hiciera inmortal. Me obstino en la inconsciencia, me resisto a afrontar mi propia muerte. Por mi trabajo, recomiendo constantemente a la gente que haga testamento, pero el mío no lo quiero hacer, ni siquiera el vital. En contra de todo lo que predico. Lo sé, pero no puedo. Yo qué sé por qué. O quizás sí. Temo a la muerte. Temo a luchar en balde sin que ello pueda suponer la diferencia. La diferencia no la marcan las ganas ni la manera de luchar.
No creo en el destino, pero tampoco en luchar contra él. Y, sin embargo, me cuesta conformarme. Imagino mi muerte llena de miedo, sin creer en el más allá, ni en que se va a encender ninguna estrella roja ni nada parecido... Y, sin embargo, continúo obstinada, como si ello fuera a modificar las fechas finales. Por eso admiro tanto a la gente que afronta con grandeza su propia muerte, que quizá es la misma gente que afronta con grandeza su propia vida.
Entre ellos Pepe Mujica. El Pepe de los uruguayos, el Pepe de las vascas. Un ejemplo de vida que se me ha convertido en un ejemplo de muerte. Recibí la noticia de su metástasis a la par que la de una persona a la que he querido un montón. Una de esas personas que admiras por su fuerza y quieres infinito por ser tan buena gente. El mismo proceso, un dolor parecido... y la grandeza de algunas personas que las hacen diferentes de otras. Estas líneas hablan de Pepe, pero recuerdan a Sagas.
Está requeteescrito: Pepe ha sido un referente militante, su vida y su lucha han sido un ejemplo para los vascos. Y así es que los vascos no hemos tenido más alternativa que querer a los uruguayos y entre ellos a toda esa gente que nos ha tenido en cuenta durante tantos años. Porque ser vasca, ir por el mundo y que alguien te tenga en cuenta es una sensación sin igual, un motivo de orgullo... Si eres de un sitio que tiene un Estado, y más aún si es un Estado poderoso, es como si fueras por el mundo con un pase especial, un pasaporte a cualquier parte. Pero si eres vasca, llevas el pasaporte que les pesa a los españoles y, además, ni chus acaba de entender eso de entre Francia y España... Es jodido.
En Uruguay eso no pasa. En Uruguay todo el mundo sabe que eres vasco. Y es una sensación como pocas, lo prometo. Caminas como medio metro por encima del suelo: «sí, soy vasca...», y ya está.
Recuerdo cuando conocí a Pepe. En unos carteles a las afueras de Montevideo. Es del MPP, se presenta a las primarias. «Fue tupamaro, tiene carisma, está un poco mayor, pero tiene posibilidades...». Zapatero era guay en Uruguay, el socialista progre. Pero su candidato no ganó. Ganó Pepe. Corría el año 2009 y quise indagar en todo lo relativo a este hombre. Lo que leí e investigué me dejó fascinada.
Pasaron 3 o 4 años hasta que lo conocí en persona. Estaba yo en la Diputación de Gipuzkoa y el Gobierno uruguayo vino en viaje oficial. Un paisito de 3 millones de habitantes como el nuestro, pero con un Estado. Un sueño, pensar que nosotras con esta dimensión también podríamos ser un paisito con Estado. Él me impactó, pero he de confesar que no tanto como el milico que lo acompañaba vestido de marinero. Los milicos torturaron a Pepe durante muchos años, hicieron desaparecer gente, la encarcelaron y fueron el sistema protector de un Gobierno dictatorial que utilizó sin escrúpulos todo lo que estaba en sus manos para acabar con la disidencia. La lucha de los tupamaros y su sufrimiento, entre otros factores, habían traído la democracia y hasta un Gobierno de izquierdas al país. Y el símbolo de esa victoria no era otra cosa que un milico vestido de marinero acatando las órdenes de un otrora terrorista. La gestión de las contradicciones sonaba hasta divertida.
La excusa de la visita fue que Pepe era de Muxika. No me quedó claro si realmente era así, pero lo verdaderamente fascinante fue ver qué amigo de los vascos era. Tuve el honor de regalarle un brote de un tejo (árbol cuasi sagrado en estas tierras, de ahí que aparezca en el escudo de Gipuzkoa) en aquella visita, que espero que crezca fuerte en su chacra. Me impresionó su conversación sabia, su tranquilidad en el habla.
Fue en febrero de 2015, hace ya diez años, cuando lo vi en persona por última vez. Tocaba cambio de presidente en Uruguay. Pepe dejaba sus galones para dar paso a otro frenteamplista, Tabaré Vázquez. Pude ver el ingente trabajo que se había hecho en el país en los últimos años. Una izquierda pragmática, que mejoraba la vida de la gente y luchaba por una democracia real. Una revolución tranquila, pero firme, que abanderaba un hombre mayor, con toda su sabiduría. Porque si en algo admiro a Pepe es en su faceta de filósofo. La calma, el relativizar, la honestidad militante...
Fue un honor presenciar su última charla como presidente, la víspera de su adiós, en un local en el centro de Montevideo. La sala estaba llena de uruguayos jóvenes y mayores, ávidos de lecciones de vida y lucha y de risas, que un buen líder jamás olvida que para ser un buen líder has de hacer reír y reírte de todo.
La mañana siguiente, el acto de investidura fue inolvidable. Pepe y su compañera Lucía paseando entre la gente, sintiendo el calor del pueblo. Líderes de izquierda de todo Latinoamérica... y nosotros, la Diputación de Gipuzkoa, que no es nada en ningún lugar, excepto en Uruguay: nos trataron como si fuéramos un Estado. Tan Estado parecíamos que estuvimos a la par que un joven Pedro Sánchez, candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno de España. Eso solo pasa en Uruguay y solo pasa con Pepe.
La última vez que lo escuché en directo fue en NAIZ Gunea de Donostia, en una conferencia que dio a cuenta del libro ‘Semillas al viento’, un manual para quien busca referencias militantes sólidas. Una vez más, me quedé impresionada, sin palabras. Una vez más, con ganas de tomar apuntes para poder hacerle caso en momentos vitales importantes.
Sé que la mayoría admira su coche azul, su chacra y su jersey deshilachado. So riesgo de ser tachada de pija, he de confesar que a mí todo eso no me atrae mucho, la verdad. Lo del voto de pobreza no me parece lo más relevante, lo dejo para los católicos. Ahora bien, creo que no deberíamos prescindir de nada de lo que ha dejado dicho, de sus lecciones de vida, de su filosofía.
Pepe, guerrero, descansa. Que millones de guerreros tomen con tu paciencia e inteligencia las riendas para alcanzar un mundo nuevo, infinitamente mejor que el que dejas. Y que recordemos no solo al ejemplo de lo que fuiste, sino al filósofo que predicaste.

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