Saski Baskonia busca labrarse el desenlace de la campaña en dos semanas sin partidos ni viajes
Una semana sin Copa y otra con la ausencia de cinco jugadores convocados por sus selecciones en las «Ventanas FIBA» ofrecen a los gasteiztarras la opción de «descansar mentalmente» y prepararse para lo que resta de temporada, en la que la los baskonistas son tan competitivos como inestables.
Lo que no da morbo
Tú sabes bien que es un estorbo
¿Quién soy yo y adónde voy?
¿De dónde vengo? ¿Qué planes tengo?
Gran Ganga - Almodóvar & McNamara
Aficionado como es a la música clásica desde sus años mozos, no le hace justicia imaginarse a Dusko Ivanovic embozado en una «chupa» roja de cuero –con suerte– al estilo de un domador de circo y con un peinado plateado que vagamente recuerda a Lily Munster, atavío que portaba el inefable Imanol Arias en la película de 1982 «Laberinto de pasiones». Y sin embargo, al igual que el actor ermuarra en la citada película, el técnico montenegrino vive al frente de Saski Baskonia una precaria existencia sin saber qué vendrá ni en el futuro más cercano.
No es porque falte calidad en la plantilla baskonista o confianza en su gestión de la misma, pero siendo como es tan errática su andadura así en la Liga ACB como en la Euroliga, es difícil saber de dónde viene y a dónde va el cuadro gasteiztarra, al menos a corto plazo. Y por más que el «Carácter» siga siendo su inequívoco santo y seña, es difícil adivinar dónde irá a parar la trayectoria de los de Dusko Ivanovic.
En una temporada 2023/24 repleta de semanas de tres partidos, dos de Euroliga y otro de Liga ACB, Saski Baskonia se acaba de encontrar con que, después de ganar a Asvel Villeurbanne el jueves y caer frente al Joventut el domingo, ya no juega hasta el 1 de marzo. ¡Dos semanas enteras sin partidos! Pero por un lado, la primera semana «libre» implica que Saski Baskonia vuelve a no participar en la Copa, algo que sucede por tercera vez en los cinco últimos años, mientras que en en la semana que va del 19 al 25 de este mes, los gasteiztarras no podrán trabajar todo lo que quisieran, ya que cinco jugadores se irán con sus selecciones en las «Ventanas FIBA» de cara al Eurobasket de 2025: Maik Kotsar y Sander Raieste se irán con Estonia, Vanja Marinkovic con Serbia, Nikos Rogkavopoulos jugará con Grecia y Codi Miller-McIntyre con Bulgaria –y el cedido Ondrej Hanzlik con la República Checa–.
«Seguramente este parón nos vendrá bien para recuperarnos a nivel mental. Tendremos tiempo para entrenar aunque no vamos a estar completos», recordaba Dusko Ivanovic tras el partido del domingo. Desde luego que el que no se consuela es porque no quiere, pero el sensato discurso de Dusko Ivanovic guarda un concepto radicalmente opuesto al «Carácter Baskonia» que es la resignación.
De pronto, quienes veían al técnico de Bijelo Polje erigido en una suerte de Alejandro Magno ambicioso –que al llegar victorioso al confín del mundo conocido lloraba porque no quedaban ya más mundos que conocer y conquistar–, lo ven transfigurado en el santo Job, digno ejemplo de resignación, no tanto de la paciencia –por muy del gusto de Ivanovic que sea el término–. «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo estaré cuando me vaya. El Señor me dio lo que tenía, y el Señor me lo ha quitado. ¡Alabado sea el nombre del Señor!». (Job 1:21)
Llegar a la élite no es suficiente
Como reza Rafa Muntión, el histórico locutor de los partidos de Saski Baskonia en ‘Radio Vitoria’, –jubilado hace escasamente un lustro y sustituido con mucho mérito por Ritxi Guerra–, «ya que nos hemos colado en la discoteca, mientras no nos echen, habrá que bailar». O lo que es lo mismo, Saski Baskonia ha vivido, sobre todo desde la llegada en 1988 de Josean Kerejeta a la presidencia del club, un crecimiento muy por encima de lo esperado por el común de los aficionados, al punto de codearse con los mejores equipos de Europa, un mérito innegable cuando, en base a criterios presupuestarios, los gasteiztarras nunca han estado entre los ocho primeros del continente, ni por cerca.
Hay que recordar que Saski Baskonia, con Josean Kerejeta al frente, es uno de los impulsores de la Euroliga actual, una Euroliga nacida y desarrollada fuera del control de la FIBA, un movimiento quizá necesario en su día ante una organización a veces más empeñada en recordar sus control sobre sus subalternos que en potenciar el baloncesto en todo el planeta.

Pero el propio desarrollo de la Euroliga, con equipos cada vez más caros y en un contexto económico, político y social muy turbulento, toda vez que el epicentro del baloncesto en Europa alcanza de lleno las fronteras con Asia, convierte cada paso más allá en un ejercicio cada vez más penoso, con gigantes o nuevos ricos que llegan o piensan llegar arrasando con todo –puede ser Mónaco o dentro de poco Dubái–, antiguas plazas del baloncesto continental dispuestas a plantar sus reales –los dos clubes de Belgrado–, la «amenaza» del retorno a medio plazo de los equipos rusos, las dudas que pudiera haber con el Maccabi, o el «doping económico» de clubes como el Real Madrid o el Barça, que gastan mucho más de lo que generan sus secciones de baloncesto porque tienen al fútbol guardándoles las espaldas.
Y por si fuera poco, queda el viejo empeño de la Euroliga de apostar por ciudades como Londres o París que, aunque en estos 24 años han ido fracasando en su tentativa de crear clubes fuertes y estables a mayor honra y gloria y promoción de la Euroliga. Pero como suele pasar con los predicadores del Fin del Mundo, se espera que la siguiente sea la buena.
Con todo eso y más tiene que capear Saski Baskonia en unas temporadas en las que el trajín de partidos y viajes vienen a convertir la Euroliga en una suerte de NBA de menor calidad pero de una intensidad y una sensación de claustrofobia digna de película de terror de serie b.
«La cancha es más pequeña, los grandes pueden estar en la pintura, no existe a regla de los tres segundos defensivos, la línea de tres puntos es más corta. ¿Es más difícil? Sí, porque en Europa necesitas pensar muy rápido. En la NBA puedes ver la ayuda que te viene. En Europa, la ayuda ya está ahí», recuerda Nikola Jokic, flamante MVP de los Denver Nuggets campeones.
Y aunque la Fase Regular europea es de 34 partidos y no de 82, como en la NBA, hay que asumir, por un lado, que lo de «cada partido importa» es un hecho real –como se infiere de la continua mencion de los puestos de play-offs, o del play-in o del basket average particular o general después de cada jornada europea–, con el agravante de que a diferencia de otras ligas continentales, la Liga ACB la clase media más dura de toda Europa. En otros pagos las derrotas de Saski Baskonia ante el Joventut o de Valencia Basket en Miribilla, amén de los apuros del Real Madrid en Lugo o del Barça en Manresa serían impensables. Y Saski Baskonia también ha de lidiar con ello.
Porque llegar a la élite no basta, hay que competir. Pero en el seno de Saski Baskonia hay un retroceso casi continuo a la hora de establecer «los mínimos». Antiguamente llegar a las semifinales de la Copa y la Liga ACB y terminar la campaña europea entre los ocho primeros para disputar el cruce de cuartos de final previo a la Final Four era un mínimo inexcusable.
Un mínimo que no siempre bastaba con cumplir para poder seguir en el club, como bien lo comprobó Neven Spahija tras ganar la Liga ACB, jugar la final de Copa y la Final Four de la Euroliga en la campaña 2007/08. El descontrol en el vestuario descabalgó al técnico de Sibenik tras aquella campaña. Sito Alonso llegó a semifinales de la Liga ACB y Copa, y a cuartos de final de la Euroliga en la temporada 2016/17, pero tampoco siguió en Gasteiz, en parte por no convencer a parte de la grada y a los rectores de la casa, y en parte porque el Barça tenía una propuesta que hacerle. Un año antes, Velimir Perasovic decidía no renovar pese a meter en la quinta Final Four de la Euroliga de su historia al Baskonia –y quedarse a un tiro de la finalísima en Berlín–, amén de las semifinales de la Copa, y ceder en cuartos de final de la ACB ya con las piernas y la cabeza saturadas.
Ahora el mínimo es competir cada partido, aunque no se llegue a la Copa, se siga en el alambre en la competición europea y también en una Liga ACB en la que, después de 22 jornadas, Saski Baskonia es noveno con un balance de 12-10, empatado con Manresa, que es décimo, aunque también es verdad que Gran Canaria es el cuarto clasificado con solo dos victorias más que los gasteiztarras. Y ya que se subraya que Saski Baskonia es el undécimo presupuesto de la Euroliga, también hay que recordar que es el cuarto en la Liga ACB, solo por detrás de Real Madrid, Barça y Valencia Basket y, por ende, superior a Unicaja, UCAM Murcia, Lenovo Tenerife o Joventut, equipos todos ellos por delante del gasteiztarra en este momento de parón –o Manresa, que se clasificó para la Copa a costa de los de Ivanovic–.
Luces y sombras
Dusko Ivanovic llegaba en lugar de Joan Peñarroya antes incluso de empezar noviembre, como bien es sabido. La llegada del montenegrino en esta cuarta etapa suya ha servido para, al menos, devolver algo la autoestima a unos jugadores que se vieron en el inicio de la temporada sin ánimo para pelear. Desde luego que los equipos de Ivanovic pelean hasta el final y creen en sus opciones siempre, y eso hace que la antes mencionada resignación quede aparcada a una vez ha terminado el partido, no durante los 40 minutos, en los que los gasteiztarras compiten siempre.

Esa competitividad a ultranza tuvo dos espaldarazos claros en sus primeros partidos: las victorias por la mínima sobre Partizan de Belgrado en el Buesa Arena y Olympiacos en El Pireo, con un Codi Miller-McIntyre heroico en el segundo partido, como más tarde lo fuera también ante Panathinaikos en Zurbano. Tras el fiasco de Nico Mannion, la confirmación del «Lobo» como el puntal en el puesto de base del Baskonia ha sido quizás el mejor descubrimiento de la Cuarta Venida de Ivanovic a Gasteiz. Tanto es así, que el triple doble logrado ante Asvel Villeurbanne quedará en los anales de la historia de las actuaciones individuales del base norteamericano con pasaporte búlgaro.
A ese desempeño de Codi Miller-McIntyre hay que unirle el de Markus Howard. Pocas veces se ha visto a este lado del Atlántico a un jugador tan desequilibrante uno de los muchos aciertos del ojo clínico de Alfredo Salazar. No es solo por su capacidad de anotación, sino por toda la atención que atrae. Compañeros como Chima Moneke, la tercera pata de la mesa baskonista en la cancha –y el disfraz más solicitado en carnavales–, Kotsar, Costello o Marinkovic –en su mejor campaña en Gasteiz– encuentran espacios que, de tener que creárselas por ellos mismos, quizás tuvieran más problemas. Markus Howard siembra el terror entre las defensas y aunque lleve una tarde entera sin anotar, nadie puede relajarse porque en cualquier momento puede tener una de esas rachas que vuelven los partidos del revés. Con la sensible mejora en tareas como el rebote o la defensa respecto del año pasado, así en el apartado físico, lo cierto es que renovarlo hasta 2026 fue un acierto tanto si se queda como si algún club lo ficha en un futuro próximo.
Y es por eso que Dusko Ivanovic saca con el su vertiente más paternal. El propio Ivanovic fue durante años el máximo anotador de la potente Liga Yugoslava de principios de los años 80, y por eso sabe de primera mano cómo puede sentirse un anotador compulsivo cuando las cosas no le salen o cuando hay que refrenarlo para que no deje de ser eficaz para el equipo. Y también alzar la voz para cuidar de su gran estrella, como hizo en Tenerife ante la defensa de Sasu Salin y Fitipaldo. «Es difícil que pueda brillar si los defensores lo agarran continuamente y no se señala personal», dijo.

Pero a esas luces brillantes hay que añadirle sombras también envolventes. Nico Mannion voló rumbo a Varese y parece que sus males en Gasteiz desaparecieron por arte de magia, algo que el propio jugador achacó a la falta de confianza que sintió de sus entrenadores. «Lo más importante es tener la oportunidad de jugar y de cometer errores. Me pasó que cometí un error, salí y nunca volví a la cancha. Pierdes la confianza. Y al siguiente partido, por miedo a volver a cometer errores, acabas cometiendo un error aún mayor que el anterior», declaraba poco después de irse.
Otros no se han ido, pero tampoco están. Khalifa Diop iba a ser la fuerza intimidatoria natural que asentara el juego interior baskonista y entre la espalda y una lesión en la muñeca, apenas si tiene ritmo competitivo. Y cuando lo ha tenido, Dusko Ivanovic ha preferido emplear a Kotsar, a Costello e incluso juegos interiores más móviles, más pequeños y con amenaza en el tiro con el hoy lesionado Tadas Sedekerskis o el propio Chima Moneke, que mide menos de dos metros, como falso pívot.
Al menos, Saski Baskonia informaba hace escasos días que el pívot senegalés «ha sido operado con éxito del ligamento escafolunar de su muñeca izquierda. En los próximos días Khalifa se pondrá a trabajar de la mano de los servicios médicos de Baskonia y su evolución marcará su regreso».
Nikos Rogkavopoulos es el siguiente en la lista. Juega 13 minutos en la Euroliga y 15 en la Liga ACB. En las dos competiciones promedia 5 puntos, y aunque en la competición doméstica rebotee un poco más, el jugador heleno de 23 años, en su primer año de Euroliga y ACB, es una opción muy secundaria para Dusko Ivanovic, al punto de que Dani Díez o hasta Sander Raieste han tenido minutos de calidad pudiendo emplear a Rogkavopoulos en su lugar. Sin ir más lejos, Raieste fue el encargado de lanzar un triple en uno de los últimos ataques del Baskonia ante el Joventut, con el marcador igualado. Con la llegada de Jordan Theodore, al fin el segundo base que precisaba Saski Baskonia, las líneas exteriores pequeñas con Codi Miller-McIntyre, Theodore y Howard compartiendo minutos, sin olvidar a Marinkovic, han limitado todavía más el minutaje del joven jugador heleno, un alero inteligente y con talento, pero que parece que no termina de convencer a Ivanovic.
Cara o cruz
«Nosotros que no formamos parte / decidimos seguir al margen / viviendo en el alambre», canta ‘Loquillo’ en su «Memoria de jóvenes airados». A veces vivir en el alambre y jugársela a cara o cruz puede ser el juego más emocionante que exista. En esas anda Saski Baskonia que ha dirimido por cinco puntos o menos de diferencia en cuatro partidos de ACB –dos victorias y dos derrotas– y once en la Euroliga –siete victorias y cuatro derrotas–.
De los 48 partidos oficiales que ha jugado Saski Baskonia hasta la fecha ha ganado 26 y ha perdido 22, y sumando toda la puntuación anotada y encajada en Liga ACB y Euroliga, ha encajado siete puntos más de los que ha metido, por lo que la media de anotación conduce a un partido empatado a 84, con un cara o cruz continuo para decididr el ganador. La máxima ventaja a favor en la competición doméstica ha sido de 20 puntos ante Bilbao Basket, pero solo ha ganado por 10 o más puntos otros tres partidos. En Europa, solo ha sumado cinco triunfos por 10 o más puntos, con la salvedad de la paliza al Barça por 94-71.
Por tanto, a veces un tiro de Howard decidirá el duelo, como ante Fenerbahçe, pero otras veces será el triple de Andrés Feliz, como pasara el domingo ante la Penya, lo que determine el ganador. Y dará igual que se juegue en casa o fuera. Si con Joan Peñarroya los gasteiztarras parecían casi invencibles en casa y no podían ganar lejos de Zurbano, con Ivanovic al frente Saski Baskonia suma once victorias lejos de casa, seis de ellas en la Euroliga, pero también acumula diez tropiezos como local, seis de ellos en Euroliga.

Ser siempre competitivo es bueno, pero ser siempre vulnerable, aun cuando el equipo anote más de 30 puntos por cuarto en algún momento, quizá hará a los aficionados estar enganchados a los partidos hasta el final, pero exige de los jugadores y del propio entrenador un desgaste mental y físico que a la larga pasa factura.
Vivir en el alambre vende muy bien, pero repercute negativamente en un cuadro como Saski Baskonia, que en vez de aspirar a un título de Copa, como hizo allá por 1994, 1999, 2002, 2004, 2006 y 2009, tendrá que verlo por televisión y más tarde, antes de afrontar un regreso competitivo peliagudo, jugando en la pista de Fenerbahçe el viernes 1 de marzo y volar de Gran Canaria para vérselas con los de Jaka Lakovic el domingo día 3, deberá cuidarse muy mucho para que ninguno de los cinco convocados con sus respectivas selecciones, en especial Codi Miller-McIntyre regrese tocado.
Jóvenes airados o no, Saski Baskonia debe parar y prepararse para lo que le queda, que no es poco. Porque todo apunta a que la tónica de los partidos a cara o cruz con dispar resultado será el sino del Baskonia, lo cual deparará grandes alegrías y tremendas decepciones, en una balanza desigual que, mirando a medio y largo plazo, parece inclinarse más a lo segundo que a lo primero.